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En recuerdo de Blanca

    • 20 sep 2019 / 21:10
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    CUANDO finaliza la actividad que ha llenado nuestra vida es frecuente sentir un vacío, abatimiento, desconcierto, tristeza. Nuestra vida pierde dimensión e intensidad: halagos, satisfacciones, sentido de utilidad social, ingresos, contactos sociales, ilusiones y tantas otras cosas.

    Esto sucede porque durante la vida activa eludimos pensar en que algún día finalizará; son muy pocos los que se preparan para ese momento trascendental que es, sin duda, una gran oportunidad que la vida nos brinda para hacer otras cosas, naturalmente si la salud acompaña.

    Quienes han vivido su profesión de cara al exterior sufrirán las consecuencias con más intensidad; especialmente quienes han disfrutado del aplauso y el reconocimiento público sobre un escenario, en el deporte o el arte, por ejemplo. Si añadimos que en el deporte esta retirada se produce en la juventud, el problema se acrecienta.

    Hemos asistido con sorpresa y dolor a la desaparición de una mujer deportista, que gozó, en su momento, del reconocimiento y el aplauso. Me da la impresión de que echaba en falta el cariño de la gente y su calor y, por ello, se sentía decepcionada, abandonada. Su vida pasó de desarrollarse entre multitudes, a permanecer en el silencio, el anonimato y en una cierta soledad, salvo, naturalmente el placentero refugio de los más próximos.

    Esta situación de silencio, soledad y olvido es relativamente frecuente en el mundo del deporte y del espectáculo; de ahí la conveniencia de que federaciones y asociaciones profesionales hicieran una labor de difusión entre sus miembros activos, sobre la conveniencia de prepararse para esa ineludible etapa de la vida, en los aspectos psicológicos, salud, economía y ocio, por citar sólo algunos ámbitos.

    Olvidarlos y, en cierto modo, abandonarlos cuando llega ese momento trascendental, puede producir efectos lamentables no deseados.

    Es triste que volvamos a acordarnos de ellos años después de haber bajado del podio o del escenario, en el momento de su muerte o cuando conocemos su vida errante. El cariño, los aplausos, el reconocimiento y los apoyos hay que expresarlos cuando ellos pueden recibirlo.

    Notario jubilado

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