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políticas de babel

Resaca electoral británica

    • 13 dic 2019 / 22:24
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    LO habíamos advertido repetidas veces. El hastío, el agotamiento, el ansia por rematar un proceso tan improvisado como indeseado, llenó de una incauta energía a quienes menos se jugaban en todo lo que al fatídico brexit se refiere. Acostumbrados a la mentira política, a las medias verdades de los líderes en discordia, a sentirse huérfanos de referentes que aclaren su desinformada realidad, un gran número de nuestros hermanos británicos optaron por la vía de la desunión. Es cierto que una buena parte de ese 44 % la constituyen los menos leídos, formados y viajados. Pero, aun así, tampoco es mentira que quienes tenían como objetivo ilustrar a los ilusos, no supieron estar a la altura de un momento tan trascendental como el actual.

    Diciembre, con frío, de noche y con miles de universitarios alejados de sus lugares habituales de residencia, constituyeron elementos claves para la victoria de Boris J­ohnson. También la división de los votos de la oposición. Y sobre todo el sistema electoral First Past the Post, que hace que con sólo un voto de diferencia, el diputado más votado en cada una de las 650 circunscripciones se lleve todos los votos, mientras que los demás han de tirar sus papeletas directamente a la basura. Si a ello le añadimos a un Jeremy Corbyn escorado sobremanera a la izquierda (en un país de praxis económica abierta y liberal), falto de carisma, susceptible de recelos incluso dentro del partido Laborista, y aparentando un internacionalismo contrario al euroescepticismo que, desde antaño, nunca supo disimular, pues blanco y en botella.

    La subida del salario mínimo propuesto por Corbyn, y sus arriesgadas apuestas de renacionalización empresarial e incremento de la fiscalización a las grandes corporaciones (cuando Reino Unido siempre ha mimado a sus empresas), de 'opaca' renegociación del Acuerdo de salida ante Bruselas, de subida de impuestos a las rentas de más de 80.000 libras anuales, de impulso errático a la sanidad pública (su institución más preciada junto con la Monarquía), o de supresión de tasas universitarias, no han sido suficientes para movilizar a una población avergonzada y desquiciada por todo lo concerniente a su relación con la Unión Europea.

    El odio y el amor que genera, a la par, Boris Johnson, ha logrado motivar el impulso electoral de una ciudadanía británica que ha decidido comprar y aceptar el mensaje de que la precariedad laboral en la que viven (pese al 3,8% de paro real), el deterioro del estado de Bienestar que hasta hace poco disfrutaban (que tardará más de una década en recuperarse), y ese estatus atípico de hermandad con la UE que nadie quiso ni supo explicarles, constituyen elementos suficientes como para optar, aun a riesgo de equivocarse, por un futuro tan proteccionista e individualista, como incierto.

    www.josemanuelestevezsaa.com

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