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LOS REYES DEL MANDO

Rodrygo/Ansu

    • 07 nov 2019 / 23:11
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    DENTRO de esa estética simétrica que la naturaleza suele buscar, ha aparecido la dupla de Rodrygo y Ansu Fati, con el permiso, entre otros, de Vinicius, que tampoco es manco (o cojo). Digo que, metidos de hoz y coz en la campaña, donde todo es ya mucha repetición y moviola, no vienen mal algunos motivos para alejarse del tedio, para desatascarse de tanto exceso de realidad, y, de vez en cuando, de los falsos sermones de irrealidad. Esta juventud futbolera que despunta con un brillo extraordinario en las pantallas tal vez no nos aleje de los males del presente, ni nos libere de los errores, ni tampoco de las grandes letanías electorales, pero de alguna forma ayuda a pasar el día, con la admiración por sus pocos años y ese despliegue de inteligencia deportiva. Son los triunfadores, sí, la punta de lanza, en un mundo que hace más caso al fútbol que a la mecánica cuántica, dicho sea sin acritud.

    Ayer, como recordaron al comenzar las cinco debatientes de La Sexta, murió Margarita Salas, mujer científica extraordinaria. Tenemos la ciencia en pañales en un mundo que no puede vivir sin ella. Tenemos el talento extendido por el planeta, a veces porque no ha quedado otro remedio. Y el potencial científico de este país, que tiene excelentes investigadores, no se aprovecha lo suficiente. Un país que no aprecia a sus artistas está condenado a la mediocridad y a la indiferencia, pero el que no aprecia a sus científicos está condenado a la irrelevancia. No tienen la culpa de nada de esto Rodrygo y Ansu Fati, benditos sean con sus pases de fantasía, pero conviene saber que hay que poner otras necesidades de progreso sobre la mesa. Por el camino, estos chicos (venidos de fuera, además), nos van alegrando la vida.

    Pensé en esto mientras la campaña empezaba a boquear, a punto de alcanzar la orilla. Una campaña que arrastra temas y conceptos desde la anterior, como en riada, pero poblada de urgencias, algunas inesperadas, poblada de nerviosismos que en las últimas horas han brotado como una extraña alergia, como el resultado del suspense que esta vez se juzga más severo. Nada es lo suficientemente sólido como para sujetarse muchos días, al menos en el temblor de las encuestas (que ya no conocemos). Pensé en cómo la noche se iluminaba con este muchacho, este joven que alcanzó el cielo en el Bernabeu casi con el susto en el cuerpo: no durante las jugadas, ahí no, sino luego en los micrófonos. Esa naturalidad geométrica de los patios de recreo, donde aún tendrán amigos, como el roce terrestre y pedregoso de los argentinos en los potreros, donde construyeron fantasías envueltas, también en Brasil, en la carencia y la humildad diaria.

    Estos chicos que aún coleccionarán sus propios cromos, se ven ahora en lo más alto del deporte épico de la civilización moderna, acceden al terreno sagrado de los mitos quizás demasiado pronto, mientras los aficionados despiden a Bale y a otros, forjados como leyendas, como si fueran jubilados que se van a hacer unos hoyos al golf. Porque los héroes jóvenes vienen a rescatarnos del aburrimiento campañero, una ilusión, es cierto, pero tenemos esa gana de excelencia, tan ausente en este tiempo pardo del otoño.

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