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Un cierto tongo

    • 23 abr 2019 / 23:47
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    HAY que denunciar de antemano un cierto tongo en el debate cuatripartito. En él comparecen dos púgiles con sus brazos libres y otros dos que tienen uno atado a la espalda. Quienes saltan al ring televisivo con ese notable hándicap son Sánchez y Casado, no sólo por llevar a cuestas unas siglas con mucha historia a sus espaldas, sino también porque sólo uno de ellos será presidente del Gobierno. Primeramente, ser candidato del PSOE o del PP en España, o serlo de cualquier partido clásico en el resto de Europa supone un inconveniente porque una parte significativa del electorado olvida sus méritos acumulados y subraya sus miserias.

    Tanto Pedro como Pablo han de sacudirse el estigma de la vieja política. Ambos son víctimas de una corriente histórica que descalifica sin más todo el pasado y enaltece sin más todo lo novedoso. Imaginemos a los dos en el mismo plató de ayer, encabezando un socialismo con otro nombre y un centro-derecha con sigla distinta, y la percepción que tendría de ellos una buena porción de electores mejoraría sustancialmente. Además del pesado pasado, la inferioridad del socialista y el popular proviene de sus expectativas. No aspiran a ser un complemento sino un sustantivo y eso resta frescura en las intervenciones. La posibilidad de seguir en La Moncloa o mudarse al palacio obliga a ser más prudente, a medir las propuestas y ser en suma más comedido.

    Ni Ciudadanos ni Podemos tienen esas rémoras. Sin más responsabilidad que participar en el juego de alianzas o coaliciones, sus posibilidades de brillar en la contienda son muy superiores. Recurriendo a un símil futbolero, es lo que ocurre en las eliminatorias en las que uno de los equipos tiene poco que perder y por ello se muestra mucho más audaz en su esquema de juego. En esa tesitura se sitúan Rivera e Iglesias. No es por lo tanto un debate equilibrado. Necesario sí, pero a todas luces incompleto al no ir acompañado de un mano a mano entre los verdaderos presidenciables.

    En consecuencia no es sorprendente que el más destacado en el bloque del centro derecha haya sido Rivera, y quien demostró más soltura en el equipo del centro izquierda fuera Iglesias. Es verdad que ayer vimos a un Pablo Casado con menos contención que en el debate anterior y buenos momentos dialécticos, pero se nota que el líder de Ciudadanos está en su terreno. Le sucede lo contrario que a Pedro Sánchez, incómodo en el formato y que comparece más con la idea de no perder demasiado que de ganar. Lo suyo es, como su libro indica, la resistencia, las ligas que se juegan a largo plazo y no las guerrillas argumentales de la tele donde suelen ganar Rivera e Iglesias. Ambos manejan de manera soberbia la técnica de salir del debate para buscar la interlocución directa con el espectador, e intentar convencerle de que Podemos y Ciudadanos son ángeles de la guarda que garantizan que PSOE y PP irán por el buen camino.

    La cuestión es si estos torneos electorales habrán servido para hacer dudar a los fieles o mover a los indecisos. Sólo hubiera sido así de poder proclamar un vencedor estrepitoso. No lo hubo porque falta el imprescindible mano a mano.

    Periodista

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