O Correo de A Costa da Morte
HISTORIA. Estaba situada en la actual calle Real frente al arenal de Calafigueira // Además de documentos, unas ‘alvarizas’ corroboran su ubicación // La imagen de la mártir puede verse en San Martiño de Ozón, en Muxía TEXTO Juan G. Satti Bouzas

Fisterra acogió una ermita de Santa Catalina a pie de playa

  • 06 feb 2021 / 01:00
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“Geneuera fingendo una gran valetudine pregó Peregrino che gli volesse satisfare un voto di sancta Catharina in finibusterre, onde Peregrino accetó la exhortazione”. Esta cita pertenece al romance de inspiración clásica, Il Peregrino, escrito por el eclesiástico y noble parmesano Giacomo Caviceo (1443-1511), publicado por vez primera en 1508; con una dedicatoria nada menos que para la duquesa Lucrecia Borgia. Es la mención más antigua que tenemos de esta capilla del siglo XV, que al parecer ya gozaba de cierta fama como para incluirla en esta novela de aventuras medieval, donde la amada le pide al protagonista el sacrificio de peregrinar desde Italia hasta Santa Catalina de Finisterre.

La obra fue de las más populares dentro de las historias de caballería que incluyen Fisterra en un lugar destacado de las odiseas, tal el caso de Guerrin il Meschino (Guarino Mezquino en la versión española) de Andrea da Barberino (1370-1432); La crónica de Adramón, anónimo (ca. 1492); y Orlando furioso, poema épico caballeresco escrito por Ludovico Ariosto de 1532.

El caballero Peregrino le cuenta al espíritu de Boccaccio todo sobre su búsqueda en una peregrinación fantástica hasta Lisboa y Finisterre para satisfacer su pasión por la bella Ginebra, a la que obsequia con una imagen de la santa. La trama incorpora tanto lo leído y estudiado por Caviceo en la biblioteca del convento de la Annonciade, como las experiencias vividas en los viajes del propio autor que lo trajeron al final del camino jacobeo.

Santa Catalina de Alejandría fue una santa mártir de amplia devoción cristiana en la Edad Media a partir del siglo VI, especialmente en España e Inglaterra. Era una advocación muy venerada entre los hombres de mar; de manera especial en las localidades de la costa catalana, vasca y asturiana que conservan templos, ermitas, capillas e imágenes dedicadas a la santa.

El día de su festividad, 25 de noviembre, suponía para muchas actividades pesqueras el inicio de la campaña de invierno, y recurrían a la santa para implorar su protección. Entre esas la caza de ballenas era la más productiva y peligrosa.

Las ballenas llegaban en las inmediaciones del Golfo de Vizcaya en los meses de octubre a noviembre, más tarde entre diciembre y enero se desplazaban hacia las costas de Galicia hasta finales de marzo o comienzo de abril. Al principio, los balleneros vascos esperaban a divisarlas ante sus puertos, pero posteriormente y con la progresiva escasez de cetáceos fueron persiguiéndolas por la costa cantábrica hasta Finisterre.

Consecuencia de este oficio han sido las organizaciones que vinieron a poner freno a las libertades y apetencias despertadas en torno al negocio y fijaron normas para una explotación racional. Durante los siglos XIII y XIV, en casi todo el litoral peninsular, tenía jurisdicción la Hermandad de las Marismas, de la que dependieron las Cofradías de Mareantes.

Las excelentes relaciones mercantiles en Galicia, propiciaba que los vascos aprovecharan los viajes de los balleneros para transportar, de ida o de vuelta, todo tipo de productos (adquiriendo sardina principalmente, que era el arte al que se dedicaban en la zona). Pero siglos después, llegan incluso a comprar aquí la grasa de ballena.

Está documentado que un ballenero gallego de nombre Santa María de Finibusterre andaba por Barcelona en 1481 al mando de Miquel Sapello. En el lugar de Atalaya, en Fisterra, seguramente existía uno con dos cometidos: vigilancia a posibles ataques corsarios y localización de ballenas para su posterior caza. Sabemos que el fisterrán Fernando Dalmallo tuvo el ballenero San Marco de 100 tn y que lo vendió en Valencia en 1493.

El Gremio de Santa Catalina llegó a ser una fuerte organización que contaba con vicarios, médicos, mayordomos, diputados, etc.; y con influencia, además, en los más altos estamentos. La prohibición de Carlos V para que los extranjeros (en especial franceses y holandeses) no vayan a pescar ballenas a Galicia, es un buen ejemplo.

Del Hoyo constata que la ermita fisterrana de “Santa Catherina que está en lo llano cerca de la villa está decente” a principios del siglo XVII, pero ya solo quedan “al presente sesenta vecinos”. En el año 1670, la especie a la que se dedicaban en la Costa da Morte, la ballena franca glacial (Eubalaena glacialis), fue considerada comercialmente extinguida y con ella la Cofradía.

La capilla por “no haber razón en los libros de la parroquial de dicha villa de renta y fundación de ella (...) todos estos despojos son de poco valimiento, y lo mejor lo llevaron y llevan para construir casas los pudientes de aquella Villa”. Así, en Marzo de 1831 se dispone la venta de los restos de la ermita, “para con ellos sostener la luminaria del Santísimo” (Fco. Esmoris, revista Ultreya nº12 pag. 186/1920).

La capilla estaba situada en la actual calle Real de frente a la playa de Calafigueira, asentada sobre una suave colina que la hacía visible por los marineros desde el mar, ya que no había viviendas a su altura. Los antiguos papeles corroboran lo que venimos contando, pero hay algo más que hemos advertido: unas estructuras que dan verosimilitud al lugar de ubicación de este pequeño templo (siendo la primera vez que se notician y acreditan su existencia).

Se trata de unas alvarizas o abellarizas lineales, hechas de lajas de granito verticales con una losa horizontal formando tejado. Estos habitáculos están integrados en la pared posterior, y dentro de esos nichos se colocaban los apiarios para protegerlos del clima y los animales, orientados al sol y cerca de arroyos; como es nuestro caso.

Se construían en el fondo de las huertas para una mejor vigilancia de las colmenas por parte de sus dueños, mayormente monjes y clérigos en general. Existen documentos de 1573 que prueban esta actividad en Galicia, por lo que la cría de abejas bien pudiera ser una labor productiva complementaria a las rentas de la desaparecida Cofradía. El solar está junto a un supermercado de una conocida compañía gallega y la imagen de la Santa puede verse en San Martiño do Ozón.

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