Editoriales

Gobierno grogui, país al pairo

    • 22 may 2020 / 23:52
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    se esfuerza el gobierno en salvar unos muebles invadidos por la carcoma de la desconfianza, tras estallarle en la cara esta crisis gestada desde la torpeza, con un pacto innecesario –lo justifican por el miedo del PSOE a perder la votación de la quinta prórroga del estado de alarma– para acelerar una inviable derogación íntegra de la reforma laboral que Mariano Rajoy impuso en 2012, y que evitó males mayores en los años más duros de la Gran Recesión. La coalición que cocinaron en olla exprés Pedro Sán-chez y Pablo Iglesias sale muy dañada de esta tormenta absurda y contraproducente –le tomamos prestados los adjetivos a Nadia Calviño, gallega prudente y estupefacta vicepresidenta económica– que ha resquebrajado el diálogo social, además de enfrentar sin disimulo a las dos almas de la izquierda, y ha incomodado a barones del PSOE. Probablemente salve Sán-chez su Ejecutivo –siempre que Igle-sias no caiga en la tentación de imitar a Varoufakis y dé un portazo para sacudirse la responsabilidad en los recortes que se nos vienen encima– porque no tiene el centro-derecha la más mínima opción de articular una mayoría alternativa, pero los españoles saben ya, si es que no lo sabían, que vamos camino de otra legislatura perdida, justo cuando más estabilidad y gobernabilidad necesita España. Con todo lo que aflora del abracadabrante esperpento con Bildu –Sánchez no solo se lo escondió a los pesos pesados socialistas y a la mayoría de sus ministros, sino que impuso una cláusula maloliente para que el Congreso no lo conociese hasta después de votar la prórroga–, la conclusión es que resulta casi imposible hacerlo peor y salir peor parado a cambio de nada. Resu-citar ahora la derogación íntegra de la reforma laboral prácticamente manu militari es, más que un paso en falso, una catástrofe con todas las letras para la estabilidad del Gobierno de coalición y para la confianza de la sociedad en la capacidad de gestión del inquilino de La Moncloa. Quizás estemos ante una tormenta pasajera, en el sentido de que el Ejecutivo aguantará del recado y hará de tripas corazón, a trancas y barrancas. No lo estamos en lo que se refiere al buen fun- cionamiento de una coalición que habla idiomas tan distintos que los socios no se entienden. Siendo cierto que la aritmética parlamentaria no da para articular una alternativa, no lo es menos que España, con este Gobierno grogui, corre el riesgo de navegar al pairo. No es la mejor noticia para ver el futuro con optimismo.

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