Firmas

15-M: las limitaciones del simple testimonialismo

    • 20 may 2021 / 01:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

    NI un solo periódico se ha abstenido de rememorar la agitación indignada del 15-M de 2011. En todas las televisiones pudimos recuperar las imágenes de las concentraciones que se celebraban entonces en muchas de las plazas urbanas de España, muy especialmente en la del Sol, de Madrid. Y fueron muy pocos los columnistas, que van más en clave individual, que no volvieron a manifestarse conmocionados con sus propios recuerdos.

    Y, vale: todo eso está bien, siempre que se haga con la advertencia de que los hechos pretéritos no tienen por qué ajustarse valorativamente ni al mero recuerdo ni, sobre todo, al juicio que se derivaría de observarlos olvidando que la historia sólo da pasos atrás para coger vuelo. Lo pasado, pasado.

    Ahora, la pregunta que corresponde ya no va sobre la justificación de aquello que pasó, como hacen muchos de los protagonistas de ayer entrevistados hoy. A mí me recordaron, con perdón, a los excombatientes de todas las contiendas: “Nosotros éramos los buenos”, suelen decir, aunque no hayan ganado ninguna batalla. Habría que dedicar una estatua en aquellas plazas a los perdedores honorables, que lo fueron sólo porque les ganaron los malos, que son muy malos.

    Pero yo, maldita sea, sigo empecinado en que la culpa de las derrotas la tienen, quizá exclusivamente, los derrotados. La pregunta sobre el 15-M debería ser, pues, ¿qué han hecho mal? Y yo creo que tengo una respuesta: aquellos indignados se dejaron obnubilar por un simple testimonialismo. Se preocuparon más de ensalzar su verdad, o incluso solamente a sí mismos, que a hacer tareas o buscar caminos. Predicaron sin hacer iglesia. Y todo acabó en nada.

    Siempre pasa igual. ¿Recuerdan ustedes el mayo del 68, aquel que anegó París y asombró al resto del mundo? ¿En qué quedó? ¿Todavía habrá alguien buscando el oceáno bajo los adoquines? ¡Que bonita figuración! Pero nada más que figuración.

    De aquel 15-M sólo una parte minoritaria de los movilizados asumió que después de la movida debía llegar la política. Sólo una minoría, a la que ahora se le pueden hacer muchas críticas –yo también se las hago, y muchas más que muchas, especialmente en lo que hace a su redentorismo–, pero a la que no le puede negar el mérito de no haberse quedado ensimismada sobre el empedrado de las plazas.

    Ellos, que han encadenado aún más derrotas que esta de la que hablo, también tienen mucho que aprender. Se adentraron en la política, sí, pero con mal paso. Empujando y dando codazos. Y la política, ya se sabe, no es eso. No debe serlo.

    ¡Puñetera memoria!

    Tema marcado como favorito