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Aplicaciones&aparatos

    • 24 ene 2022 / 01:00
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    SIEMPRE sucedía cuando llegaba a la afamada biblioteca, la Bodleian de Oxford, y me admiraba de que siempre hubiera tantas taquillas libres para meter mi valija, el abrigo y otros utensilios... Muchos son los que por aquí pasan y, sin embargo, yo siempre hallaba el sitio preferido antes de subir a sus augustas salas, ornadas de esculturas y antiguos cuadros, por todos venerados. Hasta de descubrí el acertijo. Las nuevas monedas de una libra, que servían para extraer la llave, ahora no cabían.

    El resultado es que tendrían que cambiar, cargando el coste a los propietarios, todos los sistemas de cerradura; muchas más máquinas en el país también se resentirían. Gran torpeza por parte de la casa de la moneda. Lo mismo pasa ahora con las ciudades que quieren pasar a una conducción sin contaminantes: cambie de coche, pero usted lo pague. El otro, tírelo si puede.

    No es justo cambiar las normas en mitad del partido, así no juego. Esto ya sucede con máquinas normales y digitales y es que cada vez vivimos más en una sociedad mecanizada, robotizada: aparatos que cortan, cuecen, calientan, cocinan, arden, distribuyen, dan luz o la quitan, comunican... Todo se va llenando de trastos, incluso yo mismo, cyborg, voy convirtiéndome en uno de ellos: gafas, pastillas, llegará el audífono, aplicaciones dentales... ¿marcapasos?

    Nos ayudan, sin duda, pero a veces también nos complican la vida cuando no funcionan o nos obligan a usarlos. Por ejemplo, ahora, que he de tomar un vuelo, estoy obligado a introducir en la aplicación digital mi teléfono móvil, y no cualquiera sirve para leer o mostrar luego el código QR que proponen... Así que he de estar a la altura de los tiempos renovando mis aparejos.

    Además de obligarme a usar el ordenador ya con tantas cosas que pide la administración, con programas a menudo más que necios, con sistemas que se atrancan o se complican de modo que nos hacen perder hermosas horas, muchas, de nuestra vida, rellenando tonterías administrativas...

    La tendencia es a obligarnos a pagar con el teléfono móvil, donde con Internet, sabrán por dónde nos movemos, lo que compramos y hasta lo que pensamos, pues bien pueden leer nuestros mensajes particulares, por mucho que hablen las leyes de privacidad: apenas se cumplen. Por eso pago a menudo con moneda, como los antiguos, mientras me lo permitan. Es una protesta para que nos dejen en paz, para poder vivir al margen de esta carrera tecnológica que muchos ancianos no pueden ya llevar o los que viven en la pobreza han de dejar atrás.

    Cada vez es más fácil quedarse fuera de juego y sin teléfono móvil, ¿cómo lograr un trabajo? O sin ordenador... Más de dos millones y medio de españoles viven excluidos, en extrema pobreza, y la mitad son jóvenes. ¿Sometidos a la dictadura robótica?

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