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Bajo la bota militar

    • 22 jul 2021 / 01:00
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    LOS militares birmanos, tras décadas en el poder, no han sido capaz de soportar la prueba del algodón de las elecciones democráticas que disminuían su todavía inmenso poder en Myanmar y no dejaron pasar un día antes de la constitución del nuevo Parlamento, surgido de las elecciones del pasado mes de noviembre, para dar un nuevo golpe de estado que ha llevado a la cárcel a los dirigentes políticos de la Liga Nacional para la Democracia, que encabeza la premio Nobel de la Paz Aung Saa Suu Kyi, que ganó con claridad las elecciones.

    Como suele ser tradicional en este tipo de golpes de estado, los militares que han tomado el poder, encabezados por el jefe del Ejército, Ming Aung Hlaing, se han comprometido a convocar nuevas elecciones en el plazo de un año. Pero una vez que los militares dan un golpe de estado es difícil saber si cumplirán sus promesas o se asentarán en el poder el tiempo que puedan resistir a la presión popular e internacional.

    Como justificación para su punch los militares han esgrimido que las elecciones fueron fraudulentas, aunque ni la autoridad electoral ni el Tribunal Supremo han reconocido esas circunstancias, y porque no se cumple con la Constitución del país, una norma que ellos dejaron aprobada antes de abandonar el poder en 2015 que ha permitido la celebración de dos elecciones, en las que se reservaban en cualquier caso el 25 % de los escaños y los ministerios de Interior, Defensa y Fronteras en el Gobierno.

    Aung Saa Suu Kyi, hija del padre de la independencia del país, ya había pasado quince años en arresto domiciliario desde el que se erigió como la principal oposición a los militares y le valió la concesión del premio Nobel de la Paz. La sorpresa fue que tras su llegada al poder avaló la persecución de los musulmanes birmanos, los rohinyá, hasta el punto que el país vivió un éxodo de 700.000 miembros de esa tribu hacia el vecino Bangladesh, lo que ha mermado la admiración que en su día produjo la dirección de la lucha por librarse de la bota militar.

    Tanto Estados Unidos como la Unión Europea han condenado la actuación de los militares birmanos, pero el futuro del país pasa por la actuación de China que ha sido la valedora del régimen militar camboyano en el pasado y es su principal socio en todos los sentidos.

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