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Carmen Mola, una y trina

    • 18 oct 2021 / 01:00
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    HACE unos años, creo que fue en 2018, quizás aún en el invierno de 2017 (etiqueto muy mal las grabaciones), estuve una tarde con Antonio Mercero en A Coruña, hablando de ‘El final del hombre’, el debut de su policía transexual, inspectora de homicidios, Sofía Luna. Poco imaginaba yo entonces que, en realidad, estaba hablando con Carmen Mola, o con el proyecto de Carmen Mola, no lo sé muy bien, o al menos con una tercera parte de Carmen Mola. Mercero, enfundado en un abrigo por debajo de las rodillas, o quizás por encima, fumando un pitillo, muy en plan novela negra, me contó de todo, pero de Carmen Mola no dijo ni mu, claro está.

    Ahora, Mercero acaba de ganar la tercera parte del Premio Planeta de este año, lo cual mola, como Carmen. La dotación del premio ha aumentado exponencialmente, superando, al menos eso he leído, al mismísimo Nobel, lo cual también tiene que molar. Me pregunto (se lo han preguntado igualmente algunos colegas) si la dirección de Planeta, compadeciéndose ante el hecho de eran tres escritores los que se escondían detrás de Carmen Mola (el propio Mercero, Jorge Díaz y Agustín Martínez) no habrán aprovechado la coyuntura para justificar el aumento, pues el premio, Hacienda aparte, tiene que ir necesariamente a escote, que dicen en mi pueblo, o sea, muy repartido, equitativamente. Carmen Mola es una y trina, una nueva diosa literaria, una matrioshka con tres hombres dentro.

    Puede que esto, ahora destapado, tenga un valor publicitario. Casi todo lo tiene. Yo hablé aquella tarde con Mercero, ignorante de Mola (quizás estaba gestándose, no puedo levantarme ahora a mirarlo), y hablé mucho de su padre, de sus guiones, de su pasión por la novela negra (su padre le pasaba mucha, me dijo). Hubo un instante en que bromeamos con el hecho de que Banville usara para el ‘noir’ el nombre de Benjamin Black y le dije, con algo de presunción por mi parte, que el propio Banville me había dicho que, si le dieran el Nobel, se lo darían al Benjamín, no a ese tío, Banville, excesivamente lírico y literario. “En España gusta mucho Benjamin”, me había dicho, con una copa de albariño en la mano (y yo, a pelo).

    “El tema de las identidades me apasiona”, me dijo Mercero, no sé si disimulando o dándome una pista. Se refería a Sofía Luna, claro, que, ya como mujer, siguió triunfando en sus novelas. Ahora me pregunto si me miraba pensando: “yo mismo soy (o voy a ser) Carmen Mola, o un tercio de ella”. En la propia novela se leía: “el mundo es de las mujeres”. Mercero me confesó que escribiendo se había sentido muy Patricia Highsmith, por ejemplo. Seguro que tenía a Mola en su cabeza, o el proyecto de ella.

    Ahora, revelado este trio, no sé que será de Carmen Mola. Los personajes inventados se resisten a morir, tanto en una novela como en su cubierta. Me dicen que sigue, que hay previstas entregas bajo el nombre de Mola. También se ha especulado mucho con la identidad de Elena Ferrante (no creo recordar que se haya revelado), pero siempre espero el día en el que la verdadera Ferrante, de nombre Elena, se rebele, y aparezca en público: “era yo, pero nadie me creía”: es que me llamo Elena Ferrante.

    Ayer, en la catarata de informaciones sobre Carmen Mola, bueno, sobre los tres artistas antes conocidos como Carmen Mola, descubrí una afirmación: si el autor no tiene cara, si es desconocido, te fijas más en la novela. ¿Y ahora? ¿Nos fijaremos más en los autores? Una trama futura: Carmen Mola se venga y reclama el premio a los tres impostores que sonríen en la foto. Resulta que, como Sofía Luna, era inspectora. De Hacienda.

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