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Compostela, sin derrotismos

    • 08 ene 2022 / 01:00
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    Querido Director:

    En mis cuatro décadas de pertenencia a esa empresa siempre hiciste valer la máxima de que los hechos son sagrados y las opiniones libres y también me has permitido defender desde sus páginas una línea personal, esperanzada aunque crítica, respecto de un futuro más ambicioso para Compostela, convencido –junto a muchos otros y más doctos opinadores– que es a la ciudadanía a quien corresponde definir ese futuro en prosperidad y armonía.

    Por eso y frente al riesgo de que nuestro silencio –el mío, una gota en la inmensidad oceánica; pero sobre todo el de esos muchos y más comprometidos ciudadanos– se interprete como anuente complacencia, permíteme puntualizar algunos extremos vertidos en un artículo publicado el miércoles, día 5, bajo la firma de Beatriz Castro. Nunca a título individual –que este cronista también cree que todas las opiniones son libres– pero sí por cuanto dicho comentario se cobija, como reza en la edición digital, bajo el paraguas de “línea editorial”. Que es, en realidad, lo que debe llamar a la reflexión.

    Era mi propósito volver sobre el tema tirando de la anécdota, por más que ejemplarizante, del manifiesto deterioro de la zona histórica a raíz del desprendimiento, días atrás, de parte del artesonado de un soportal de esa singular zona declarada patrimonio mundial de la humanidad.

    La aludida línea editorial del pasado día 5, en cuanto parece aceptar como irreversible la actual situación de parálisis en el proyecto de recuperación habitacional, social y convivencial del casco histórico, ha acentuado ese interés que, unido a la pasividad de nuestros políticos, debiera propiciar la vuelta a un debate serio, abierto, riguroso y profesionalizado sobre esa permanente asignatura pendiente que es la de afrontar de una vez qué futuro queremos para los compostelanos. Más allá de las circunstanciales oportunidades de un turismo masificado y de patacón. Y quien lo dude, que pregunte en una tienda de recuerdos.

    Sorprende que el aludido comentario fije precisamente en lo que son las grandes virtualidades de futuro –zona con preferencia peatonal y rigor constructivo respetuoso con lo heredado– las razones del deterioro actual de la zona, en manifiesto olvido de las más prósperas experiencias urbanísticas del presente en todo el mundo y de lo que se contempla en los casi seiscientos folios que figuran en la documentación que el Concello recoge en su página web de lo que fueron los estudios previos de ese Plan de xestión da cidade histórica de Santiago, que aún en sus reiteraciones y desaciertos algunas verdades del barquero contiene. Además de sopesada aportación hecha por más de medio centenar de personas que, aun haciéndolo a título personal, pertenecen a más de una treintena de las principales instituciones, fundaciones y asociaciones con sede en la capital de Galicia.

    Pero la preocupación última del cronista se asienta más en el derrotismo que el artículo en cuestión parece destilar al aceptar como irreversible una situación de manifiesto deterioro bajo el subrepticio argumento de una supuesta modernidad. Justo lo contrario de lo que aconseja el sentido común y de la que ha sido siempre particular enseña de esa empresa periodística, inasequible al desaliento.

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