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Cuando lo urgente se come a lo importante

  • 06 ago 2022 / 23:56
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HACE tres días me escribió una persona y me dijo literalmente que estaba mal y que estaba rozando la muerte. Y me pedía que le dijera unas palabras... Lo primero que le dije fue “que era una gran responsabilidad para mí decirle algo”, pero algo tenía que decirle, porque cuando alguien te plantea algo así, no puedes hacer como que el mensaje no te llegó y seguir con tu vida tan tranquilo. ¿O sí? Claro que esa posibilidad se te pasa por la cabeza un instante, porque entra miedo de que lo que digas no sirva, o que incluso pueda ser contraproducente para esa persona. Por otro lado también piensas que no puedes generar un vínculo con un desconocido, que ante una situación desesperada se “enganche a ti” y te genere un problema al tener que dedicarle un tiempo que no tienes, o que en realidad no puedes, o no quieres dedicarle a una persona que no sabes quién es y al que no le pones ni cara. En ese caso, utilizamos un recurso cojonudo que nos proporciona nuestra mente, que tiene la capacidad de crear las excusas necesarias para justificar nuestras acciones.

Normalmente las malas, porque las buenas nos llenan tanto en todos los sentidos que no necesitamos justificárnoslas. Sinceramente, pensé, y no se porqué, que debía ser alguien que estaba con un cáncer terminal. Así que le dije que yo sentía por mis experiencias vividas que esto no se acaba aquí, que la vida sigue al otro lado, que la muerte es un pestañeo, que cerramos los ojos aquí y al momento los abrimos al otro lado. Que no tuviera miedo, que yo no le tengo ya miedo a la muerte. Pero también le dije por mi experiencia en Los Andes que mientras hay vida hay esperanza. Que no se rindiera hasta el último aliento porque nunca sabemos en que momento puede suceder un milagro (si prefieres llamarlo, casualidad, suerte, destino, etc.... ningún problema). Pero lo cierto, porque yo lo he vivido al igual que otros millones de personas en el mundo, es que a veces, cuando algo ya parece irreversible, de repente pasa algo que le da la vuelta a la situación y salimos adelante.

El chico me agradeció mis palabras y yo me sentí suficientemente bien conmigo mismo, pensando en que ojalá mis palabras le sirvieran. Al día siguiente, me vuelve a escribir, la verdad es que lo contemplaba como una posibilidad muy alta, y me dice que lleva dos años luchando para salir de las drogas, que le está costando muchísimo y que está ya muy cansado. No era un cáncer terminal, ¡bien por ello! Me puse muy contento interiormente porque pensé “joder! hay pelea!”. Es decir, que puede seguir luchando por vivir, cosa que en situaciones terminales ya no es posible. Así que le volví a contestar y ya me explayé hablándole del sentido de la vida, de su vida, de todo lo que tiene que aportar al mundo, porque la realidad absoluta es que si hemos venido un rato a este Planeta es porque tenemos que hacer cosas, impactar en personas de la manera única en que somos capaces de hacerlo cada uno de nosotros. Y le dije que pensara en todas las personitas que se han ido sin poder pelear. Él puede y eso merece ser honrado.

Me volvió a dar las gracias, y le dije que me las diera luchando y contándome cómo iba cada vez mejor, y que esperaba que un día me dijera que estaba CURADO! Me agradeció nuevamente y me ha prometido que se va a internar en un centro y que quiere recuperar a la persona que fue. Le dije que no, que él seguía siendo la misma persona. Siempre estuvo ahí latiendo en su interior. Que tenía solo que reencontrarse, que simplemente se había perdido. Y ya lo último que me dice tras darme de nuevo más gracias, es que tiene un hijo y una familia que le quieren. Y yo pienso otra vez, “ joder” tiene un quién, un porqué, un para qué, un para quienes... ojalá lo consiga! Yo le he enviado todo mi amor y toda mi energía en esos mensajes. Ya no puedo hacer más. Le toca a él pelear. Nadie puede blandir tu espada por ti e ir a la batallas que la vida nos va a ir obligando a todos a librar, pero si podemos darle un abrazo a quien se va a luchar, decirle que le queremos, que pensaremos en él, que le enviaremos amor, que estará en nuestra oraciones (da igual si crees o no, todos rezamos a nuestra manera), que le estaremos esperando.

Me gustaría que nos diéramos cuenta, y yo me lo repito a mi mismo muchas veces para que no se me olvide, que cada vez que alguien nos pide ayuda, debería servirnos para recordarnos el privilegio, la suerte, la dicha, la fortuna, la bendición que tenemos de ser nosotros los que podemos ayudar en vez de ser los que necesitamos la ayuda. Yo he dejado con este chico, y voy dejando con otras personas trocitos de mi vida en forma del tiempo y la atención que les dedico, sabiendo que no podemos llegar a todos ni siempre, por la conciencia que he ido adquiriendo con los años de que lo urgente no me impida ver lo importante.

Gracias a todos por leerme. Es la demostración de que consideráis importante hacerlo porque habéis decidido conscientemente aparcar unos minutos lo urgente, que tanto y tanto tiempo nos roba de vida sin que hagamos nada para cambiarlo. Mi madre acaba de entrar en mi habitación y me ha preguntado si me faltaba mucho para terminar de escribir porque salgo ahora de viaje con la familia. Así que aquí acaba mi artículo sin llegar quizá a la extensión requerida, pero irme con mi madre y familia ahora es ya ¡urgente e importante!

¡Feliz Domingo!

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