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Cuba en Moscú

    • 28 nov 2022 / 01:00
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    EL presidente ruso Vladímir Putin está más necesitado que nunca de apoyos internacionales, especialmente ahora que siente la presión de Turquía, sufre la desconfianza de China e India por el curso de la guerra, y tiene que soportar, como ha sucedido esta semana, que incluso un país miembro de su Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), Armenia, le haya mostrado su cara más contrariada tanto por el discurrir de la invasión en Ucrania, como sobre todo por la postura de Moscú frente al conflicto político y militar que enfrenta a esta antigua república soviética con Azerbaiyán, en el estratégico enclave de Nagorno Karabaj.

    De ahí que la visita oficial a Moscú estos días pasados del máximo dirigente cubano Miguel Díaz-Canel constituya para Putin un balón de oxígeno. Lo sabe el líder de una Perla caribeña cada vez más exhausta y arruinada, quien necesita hacer una gira por los países de la órbita castrista en busca de apoyo económico.

    En medio de la agonía cubana, la debilidad de Putin se vuelve propicia, no tanto para que siga concediendo créditos a La Habana, cuanto para que, al menos, y dado el momento económico adverso que vive Rusia debido a la guerra, el Kremlin no retire ni su apoyo financiero a la isla, ni el compromiso adquirido los días previos al inicio de la invasión de Ucrania, por el que el Parlamento ruso acordaba prorrogar hasta 2027 la devolución del dinero prestado a Cuba entre 2006 y 2019.

    Son miles de millones de dólares que ahora Díaz-Canel se compromete a reingresar en las arcas rusas en tiempo y forma; eso sí, siempre que los plazos de los préstamos sigan siendo generosos. La buena sintonía entre ambos quedó patente con la inauguración de una estatua de Fidel Castro en el distrito moscovita de Sókol.

    El héroe de lo que fue la pretendida revolución cuba-
    na luce uniforme militar; todo un símbolo de la lucha que también ambos países man-tienen con la gran potencia norteamericana, a la que
    acusan de la situación en la que se encuentran, y que para los dos presidentes es también la gran responsable de las sanciones que Cuba y Rusia comparten y sufren.

    Resulta paradójico que ambos países rechacen la actitud supuestamente imperialista de EE.UU. y acepten, sin embargo, el apetito expansionista de Moscú sobre un territorio vecino que, también curiosamente, hasta el inicio de la contienda era aliado diplomático de Cuba.

    Putin y Díaz-Canel repitieron el manido axioma acordado con China: “contribuir a una cooperación estratégica” integral; y, para mayor escarnio e incluso irritación de la comunidad internacional, defendieron la “libertad” de los pueblos; criticaron “la imposición, el saqueo y el neocolonialismo”; y hasta se comprometieron a “defender valores como la igualdad, la equidad y la justicia”. En fin; ver para creer.

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