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sobre el Camino

    • 21 nov 2022 / 01:00
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    PERIODISTA e investigador, en el sarriano Manuel F. Rodríguez se conjugan armónica y felizmente su pasión con su profesión, surgidas ambas al socaire de los Caminos de Santiago que escudriña en su plenitud antropológica a partir de la huella que a lo largo de los siglos fueron dejando los “pasos cargados de los anhelos, pérdidas, emociones y fe de quienes nos precedieron”. Y lo hace, desde 1992, en la S.A. de Xestión do Plan Xacobeo de la Xunta pero también como devoto ejerciente del transitar físico como provechoso trabajo de campo por esas sendas llenas de historia y humanidad. Una dedicación y rigor investigador que le fue reconocido en 2019 con el premio Aymeric Picaud que otorga la Liga de Asociaciones de Periodistas del Camino de Santiago.

    Ahora, como estudioso y para favorecer la tarea de los profesionales de la comunicación cuando escriban sobre el mundo jacobeo, acaba de presentar la pasada semana en Palencia, en una reunión de esa Liga, un decálogo tan breve como exhaustivo, tan riguroso como esclarecedor que “abierto a discrepancias y sugerencias” es un elemental pero imprescindible instrumento de ayuda a los periodistas en favor del rigor histórico y la fidelidad lingüística.

    Quienes se aproximen al texto sabrán del repetido error de poner una fecha concreta al descubrimiento del supuesto sepulcro del Apóstol, las diferencias entre los aparentemente sinónimos del Camino de Santiago y ruta jacobea o el yerro de confundir el significado global del Camino en su dimensión europea con una ruta concreta a la hora de fijar un punto de partida.

    Hay, asimismo, en la propuesta de Rodríguez dos precisiones tan necesarias como repetitivas son las equivocaciones, tanto en el propósito de limitar la dimensión del Camino al ámbito gallego o las más perniciosas, a juicio de este cronista, de entender el Camino desde una preminencia eminentemente turística o asimilarlo a otra vía más de senderismo al uso olvidando su valor trascendental y la singularidad a la que es imposible encontrarle parangón.

    Desmonta también el investigador sarriano la referencia al S. XII como inicio del año santo compostelano que la Iglesia sustenta oficiosamente en una bula del papa Alejandro III pero sin que se encuentren fuentes documentales de esa celebración hasta el S. XV. De igual modo, se precisa que el número total de peregrinos del Camino nada tiene que ver con la cifra que la Oficina del Peregrino hace pública para referir a los caminantes que acuden a esas instalaciones en demanda de la Compostela, el documento acreditativo de haber realizado alguna de las rutas del Camino hasta Santiago.

    No se olvida, por fin, el decálogo de situar en sus verdaderos límites los tan mal entremezclados conceptos de año santo compostelano y Xacobeo, correspondiendo el primero a la celebración religiosa iniciada a finales de la Edad Media y haciendo referencia el segundo a la marca creada por la Xunta en 1983 para difundir la programación turístico-cultural, de signo laico, que acompaña el jubileo compostelano. De ahí el error del mal llamado Ano Xacobeo. En suma, todo un acierto.

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