Firmas

Descontento global

    • 03 jun 2020 / 00:28
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

    ASPIRÁBAMOS a cierta serenidad, pero las capas de ruido se montan unas sobre las otras. Vivimos en la edad cebolla. Y, como ella, nos hace llorar. Es difícil comprender cómo la política puede convertirse en un problema, cuando se supone que de ella se esperan soluciones. Y, sobre todo, se espera algo parecido a la felicidad. El miedo de que la civilización se haga tan irrespirable que, progresivamente, se acerque al concepto de barbarie es algo ya tangible. Está pasando. El mundo se mueve en un oleaje de insatisfacciones para las que no parece haber alivio. Quizás vamos hacia una desglobalización, pero el descontento, la incomodidad, es cada vez más global.

    Los filósofos que hablan de un giro en la idea de civilización hablan también de la inadecuación de la política para entender los problemas contemporáneos. Es una afirmación genérica, pero, si se crean tantos descontentos, por algo será. No sólo tiene que ver con una preparación insuficiente para ejercer los nuevos liderazgos, o con la falta de conocimiento de algunos dirigentes, sino con el desprecio consciente del propio conocimiento. Se ha sembrado el desprestigio de la inteligencia y de la cultura, también de otras cosas, como la defensa de la naturaleza, convirtiéndolo todo en un asunto contra las élites. Ya saben: si no crees en la educación, prueba con la ignorancia. Pues algunos parece que se empecinan en ello. Sea por cuñadismo político, como dice Innerarity, o porque algunos nadan mejor en la superficialidad, lo cierto es que parece que no faltan los que quieren construir el futuro sobre una nueva barbarie, que consiste en ignorar los matices y manejarlo todo con cierta bravuconería.

    Las capas de ruido se acumulan, de tal forma que nada se entiende con claridad. Ese caos verbal parece en muchas ocasiones provocado, aunque en otras debe ser el resultado de la torpeza dialéctica: cuanto menos entendamos, más se podrá hacer sin que nos percatemos de ello. Lo grave es el que el ruido feroz no cubre el cuerpo desnudo de los ciudadanos. Bajo las capas de verborrea se divisan grandes asuntos que son la punta del gran iceberg de la insatisfacción.

    Está pasando ahora en Estados Unidos, en uno de sus momentos críticos, derivados de la pandemia y de las manifestaciones de los últimos días a raíz del conflicto racial que prendió en Minneapolis. Pero no sólo sucede allí. Una vez más se detecta esa progresiva separación entre la acción política y la realidad real, que empieza a tomar otro camino muy distinto. Las democracias necesitan del pensamiento crítico y funcionan mejor cuanta más inteligencia y más reflexión se ponen dentro de ellas. Por eso es el mejor sistema que tenemos. La frustración, originada por múltiples asuntos, tiene que ver con el predominio de un lenguaje que no resulta representativo, que no explica la realidad de las personas, sino sólo la lucha entre los poderes.

    En las pantallas, la gran ola de insatisfacción crece en muchos lugares. No será por casualidad. Si los liderazgos políticos prefieren el control autoritario sobre la negociación serena con los ciudadanos, es posible que las sociedades inestables aumenten exponencialmente. Lo que derivará en mayor autoritarismo, hasta provocar, quizás, una crisis global sin precedentes.

    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.