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El Eje Galicia-Andalucía

  • 05 jun 2022 / 01:00
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ALGUNOS todavía recordarán una frase que hizo fortuna durante el bienio (1977-99) en que el socialista González Laxe presidió la Xunta cuando habló del Eje Berlín-Silleda al referirse al potencial de la Semana Verde de Galicia comparándola con la Grüne Woche berlinesa. Ambas no solo comparten nombre, Semana Verde Internacional, sino que en sus respectivos ámbitos compiten en excelencia. La gallega, tras unos años de dificultades por la crisis económica primero y los efectos de la pandemia después, recuperó su esplendor estos días en su 44 edición que hoy se clausura.

Pero hoy va de otra feria, la electoral. La figura metafórica del eje como alineamiento político, social o económico sigue siendo usada con frecuencia. Podemos aplicarla, ahora, con motivo de los comicios andaluces, cuya campaña comenzó hace un par de días. Entre otras incógnitas el día 19 sabremos si funcionará el Eje Galicia-Andalucía que impulsan Feijóo y Moreno Bonilla, con la obvia aquiescencia de Rueda. El presidente andaluz optó por una gestión centrista en colaboración con Ciudadanos, desde una minoría parlamentaria en la que por falta de apoyo de los demás no pudo aprobar algunas leyes fundamentales, incluida la de presupuestos. Las encuestas, también la del CIS de Tezanos, auguran el respaldo a sus políticas moderadas, alejadas de su rival directo: Vox. La campaña es un calco del modelo Feijóo en Galicia, con resultados electorales incuestionables.

Fuera de los tópicos, hay muchas similitudes entre las sociedades de ambos territorios. Entre otros, un fuerte sentimiento identitario, pero en concordia con la pertenencia a España y Europa. Probablemente el gran error de Sánchez con respecto a Andalucía, la comunidad más poblada de España, es degradarla en sus preferencias en favor de Cataluña y País Vasco. El PSOE, y el conjunto de la izquierda por efecto arrastre, puede perder la hegemonía que mantuvo en el Sur durante la práctica totalidad de la etapa democrática.

En todos los partidos hay varias almas que se exhiben públicamente, salvo cuando están en el poder que domina la de quien manda. En el PP, ahora Feijóo tiene que atender a ambas, aunque se encuentre más cómodo con la gallega-andaluza que con la de Ayuso. Si Moreno logra el objetivo es seguro que este será el camino hacia las generales, aunque por medio haya que superar una municipales y autonómicas en las que Madrid volverá a ser gran protagonista.

El Eje Galicia-Andalucía, si se cumplen los pronósticos, se convertirá en el factor principal del futuro político en España. No creemos en la extrapolación de resultados electorales, pero habela haina. Marcan tendencia.

Santiago no crece

PARECIERA que la única manera de que Santiago alcanzara los cien mil habitantes sería con la fusión de concellos. Con Ames o Teo, juntos o por separado. Después de repetidos intentos en los últimos treinta años, el tiempo que resido en la capital de Galicia, el logro es misión imposible. La población de hecho supera con holgura la cifra, pero no la de derecho que es la que vale a efectos legales, sin poder recibir por lo tanto los consiguientes beneficios financieros. Solo tres ciudades gallegas superan esta cifra, Ourense por muy poco. Por debajo, hasta hace bien poco Lugo superaba a Santiago, hoy ambas a la par. Sorprende que la capital de Galicia no crezca en población cuando sí lo hace como referente a nivel español e internacional. Son muchas las razones por las que la gente no fija su residencia en Compostela. La escasez y elevado precio de la vivienda es la razón principal, pero si ello ocurre se debe al fracaso en las políticas de vivienda, si es que tales políticas existen. Un ejemplo es el casco histórico, a punto de convertirse en un parque temático para foráneos, en el que resulta muy difícil no ya solo morar la gente sino la pervivencia del comercio tradicional. Tampoco se comprende como en un municipio con zona rural tan extensa los amantes de la naturaleza no encuentren un lugar para asentarse y se desplacen a otros más alejados. Falta voluntad política.

A vueltas con la sanidad

CUANDO se habla de las cosas que realmente importan, la sanidad es una de ellas. La principal, para muchos. España tiene un buen sistema sanitario, con primacía del servicio público sobre el privado en concordancia con la cultura política europea socialdemócrata y socialcristiana. Sin embargo, con la pandemia se agudizaron algunas deficiencias ya identificadas anteriormente. Galicia, con parámetros de atención mejores que la media estatal en la sanidad pública, no se desentiende del problema. Sobre todo en la atención primaria, con lógica repercusión en el conjunto del sistema. Las causas son muchas y variadas, perfectamente diagnosticadas por los expertos, pero las recetas no son fáciles ni inmediatas. No solo es cuestión de presupuesto, que también, sino de acertar en la gestión. La pandemia nos hizo ver que la colaboración entre instituciones, la central y autonómicas, fue esencial para embridar una situación que al Gobierno se le había ido de las manos. Si todos los agentes implicados no se comportan con altura de miras el deterioro puede convertirse en estructural. Para la Xunta, que tiene la mayor parte de las competencias, ha de ser la prioridad, buscando además la complicidad de todos los estamentos implicados. La oposición trata de obtener rédito político, es lo habitual, pero debiera ser leal y constructiva. El desprestigio únicamente favorece a la privada.

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