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El fatídico ‘brexit

    • 19 abr 2021 / 01:00
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    NO soy capaz ya de recordar cuántas veces advertimos desde esta tribuna sobre las fatídicas consecuencias del brexit. Han transcurrido más de cien días desde su aplicación práctica, y el resultado no puede ser más desalentador, pese a los esfuerzos propagandísticos de un Boris Johnson cada vez más desnortado y despeinado. Aludo a su simpática y atípica singularidad capilar, porque no puedo evitar asociar tamaño desorden a la situación en la que se encuentra Reino Unido en general, e Irlanda del Norte en particular.

    Y aunque sé que la imagen que luce el premier británico responde a una política de mercadotecnia bien estudiada, me temo que las consecuencias de la salida de los británicos del proyecto europeo se les ha ido de las manos, como era de esperar.

    Ahora tanta confianza en la manipulada y falseada soberanía nacional empieza a mostrar su lado más oscuro, por lo que el altanero Parlamento de Westminster, interesado ejecutor de tamaña sentencia, debe improvisar fórmulas y engaños renovados para disimular una dura situación social y económica que en absoluto merecen sufrir los sectores sociales más viajados, leídos e ilustrados que se opusieron desde el principio a un referéndum viciado y tergiversado.

    A los incautos, tanto políticos como sociales, sólo les salva la buena disposición y las cándidas concesiones de una UE que busca salir lo más indemne posible de un proceso que también le repercute negativamente, incluso en un tema tan esencial como el de las vacunas, en el que Reino Unido se ha mostrado desleal, una vez más, con una Comisión Europea que no ha fallado en sus exportaciones hacia el país díscolo.

    La gestión londinense de los controles aduaneros en Irlanda del Norte ha provocado disturbios capaces de echar abajo, tras más de dos décadas, unos acuerdos de Viernes Santo que pusieron fin en 1998 a más de treinta años de violencia. El Protocolo de Irlanda del Norte, que le permite permanecer en el mercado único de bienes de la UE, en marcha desde el 31 de diciembre de 2020, soluciona la relación con la UE, pero no evita los controles en los puertos ni la frontera dura en aguas del Mar de Irlanda.

    El resultado al otro lado del canal de la Mancha es la escasez y tardanza de suministros, el desconsuelo logístico, la frustración laboral, y hasta la desesperación empresarial y social. Este abril de 2021 será recordado como el mes en el que se descubrió la verdad y comenzaron, de forma oficial, los lamentos de una trágica ruptura.

    Los cabos sueltos son varios: el Parlamento Europeo todavía no ha ratificado de forma definitiva el Acuerdo de Salida; las repercusiones y ajustes sobre la relación financiera siguen estudiándose; el aumento de las trabas burocráticas relativas al intercambio comercial continúan; y aspectos tan esenciales como los derechos laborales y residenciales, los convenios educativos, académicos y científicos, los pactos industriales y sobre todo pesqueros, y hasta ámbitos tan técnicos como la influencia comercial, la competencia industrial, y las relaciones diplomáticas, no logran alcanzar un consenso satisfactorio para ninguna de las partes.

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