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El legado de Merkel

    • 27 sep 2021 / 01:00
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    HACE un par de semanas destacábamos aquí la incertidumbre que se cierne sobre la UE tras la marcha de Angela Merkel. Después de dieciséis años de mandato, la canciller alemana deja un importante legado de acciones y decisiones. En aquel artículo, y en relación a su faceta exterior, destacábamos su perfil multilateralista e internacionalista (Alemania tras Merkel, ECG 13/09/2021). Eso sí; los intereses de su país han sido priorizados siempre, incluso cuando sus proyectos trascendían sus fronteras.

    Así, muchas de las trabas surgidas en cada ronda de negociación de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP) con EE. UU., partían de su recelo hacia la posible pérdida de preponderancia y competitividad de su sector industrial (en el ámbito de la maquinaria, la automoción, y la tecnología médica y química).

    Asimismo, cuando en 2015 tomó la decisión de aplicar una política de puertas abiertas a la inmigración de Oriente Medio y Asia Central, lo hizo a sabiendas de la necesidad brutal de mano de obra que mostraban sus empresas.

    Aun hoy el Bundesagentur für Arbeit, su agencia federal para el trabajo, reconoce que Alemania necesita incorporar anualmente a su mercado laboral unas 400.000 personas extranjeras; una situación que se irá agravando debido a la evolución demográfica y a millones de jubilaciones en los próximos años. Incluso su mimo y sus atenciones con el presidente Joe Biden brotan de la necesidad de calmar las relaciones con La Casa Blanca tras el gasoducto Nord Stream 2 negociado con la Federación Rusa de Vladímir Putin.

    Aunque es justo reconocer que si bien fue la abanderada de las políticas de austeridad en la UE y especialmente dirigidas a los países mediterráneos, España incluida, no es menos cierto que el proyecto de estímulos y fondos europeos capitaneado por Ursula von der Leyen logró salir adelante gracias a la aquiescencia de Merkel.

    Triunfadora en todos los comicios a los que se ha presentado, ha sido catalogada por Forbes como la mujer más poderosa del mundo durante catorce años. Y sigue siendo la política más valorada del país. Ha sido capaz de reducir a la mitad los cinco millones de parados con los que se topó en 2005, hasta dejar una tasa de paro de apenas el 5,5%.

    Eso sí; pese a su compromiso con las políticas sociales y con las jornadas laborales subvencionadas, no ha logrado eliminar la desigualdad de rentas entre el este y el oeste del país; muchos ciudadanos todavía sufren subempleo; no ha podido frenar el envejecimiento demográfico; su lucha contra el cambio climático no ha tenido el éxito deseado; se echa de menos una modernización tanto del sistema bancario como de las infraestructuras del país; y no ha sabido adaptar la cuarta economía del mundo al actual proceso de digitalización.

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