El mejor de los tiempos

VIVIMOS en el mejor de los tiempos hasta que lo infectó el maldito coronavirus. Leer los periódicos extranjeros o ver estos días las televisiones internacionales, nos traslada a un mundo globalizado por la covid-19. En todos los países, los gobiernos, con más o menos aciertos, luchan contra la propagación de la pandemia que está poniendo en cuestión las bases mismas de la convivencia social.

Limitaciones a la libertad de desplazamientos, aislamientos en los domicilios, cierre de establecimientos públicos y paralización de la actividad económica son comunes en todas partes. Y, en todos los sitios, se comienza lo que aquí llamamos desescalada, para salir, con cautelas, de esta crisis sanitaria.

En España seguimos contemplando con espanto como cada comunidad autónoma pretende hacer las cuentas de la salida por su cuenta y riesgo. Un Gobierno central atolondrado parece no ser capaz de coordinar con eficacia las distintas posiciones y criterios sobre las áreas territoriales y las actividades en donde se podrá empezar a desenvolver una actividad mínimamente normal.

Galicia ha hecho los deberes guiada por la mano segura de un presidente que lo ha tenido claro, con algún error, desde el principio de los contagios. Ahora toca lo más difícil y la comunidad gallega se prepara para que la vida vuelva a sus calles y plazas. Entre todos tendremos que escribir la crónica de esta pandemia, que el atento lector pudo leer en el magnífico ejemplar de El CORREO GALLEGO del domingo.

Parafraseando a Dickens, “era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos”.