Enseñanza de Simona

Me refiero a la Biles, claro. “Siento con el peso de todo el mundo sobre mis hombros”. Para una rapaza de veinticuatro años es demasiado peso y explica su abandono de la prueba que privó de un oro a su equipo norteamericano. Bueno, ¿y qué? No son menos ricos los gringos por esa pérdida de metal, y a cambio hemos ganado algunas enseñanzas. Retirarse a tiempo antes de la derrota gravosa. Otra es la oportunidad de vislumbrar la tensión que late en los triunfadores. Muchos sucumbieron a la necesidad del chute de sustancias para superar el miedo escénico, la inseguridad, un día malo. Algunos descubrieron que la popularidad fue una bambalina. Blanca Ochoa, Urtain, Marylin Monroe. Fueron buenísimos en algo y perdedores en la vida. Fallecieron por sobredosis o suicidio, Amy Winehouse, Kurt Cobain, Jim Morrison, Janis Joplin, Ernest Hemingway, Pedro García Aguado. Otros malbarataron sus dones y arrastraron un desnortamiento decadente, Maradona. Conservo un altarcillo fúnebre para dos malhadados héroes de mi juventud: Natalia Wood, arrebatadora en West Side Story (1961), y William Holden, figurón ante Gloria Swanson en El Ocaso de los dioses (1950). Ella murió ahogada; él de un trompazo en casa, borrachos ambos, bua, bua.

Biles nos privó de oro, y nos ofrece su vida corta, ilustradora. Padres desastrados, abuelos refugio. Muy buena en gimnasia, víctima de un terapeuta libidinoso, inteligente para reconocer y verbalizar sus obsesiones “A veces siento que tengo el peso del mundo sobre mis hombros”: conoce sus límites afectivos. Brava Simone, que sabes perder. Es pequeñina, un metro cuarenta y dos centímetros, 48 kilos de peso, con una fuerza física pareja solo a su elasticidad. Hace cinco piruetas inimaginables como quien riega una maceta, y se clava en el suelo, sonriente. Su noticia Wikipedia anota que es católica de Misa dominical. Ok.