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Este Gobierno hace aguas

    • 20 may 2021 / 01:00
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    LA crisis con Marruecos vuelve a poner de manifiesto las serias limitaciones del Gobierno de España. No por muy numeroso se es más eficaz. Sánchez dirige un gabinete de 23 miembros, en el que a la presidencia se suman cuatro vicepresidencias y 18 ministerios, a los que hemos de sumar decenas de asesores y altos cargos. Es el Ejecutivo más grande de la democracia, pero con una eficacia inversamente proporcional a su tamaño en las situaciones complicadas.

    A la gestión de la pandemia, en la que España ofrece los peores datos de entre los países de nuestro rango, se añade ahora el bochorno por el caso de Ceuta. Lo sucedido en la ciudad autónoma causa estupor. Resulta inconcebible que los servicios de inteligencia españoles no hubieran detectado la preparación de la avalancha y de que las autoridades españolas no fueran capaces de impedirla.

    Y para rematar con los despropósitos, tras no enterarse ni ser capaces de contenerla, hacen tabla rasa de sus principios con devoluciones en caliente por miles. Todos recuerdan que hace bien poco ponían el grito en el cielo cuanto al anterior Gobierno las aplicaba en casos muy contados. La hipocresía es una se las señas de identidad de los gobernantes de hoy.

    Las autoridades marroquíes, aunque presuman de ello, no debieran estar satisfechas con lo acontecido. Que compatriotas tuyos, con niños a cuestas e incluso bebés como el que salvó un guardiacivil, huyan de este modo de su país no les deja quedar en buen lugar. Yo me sentiría orgulloso si fuera al revés, que los españoles y demás europeos se jugasen la vida para instalarse en Marruecos. Pero la clase dirigente de ese país consiguió el objetivo que pretendía: crear una crisis diplomática para ocultar la miseria de se pueblo. Y Sánchez, con sus incapacidades políticas para gestionar las relaciones con este país, se convierte en colaborador pasivo.

    En una situación como esta hay que estar al lado del Gobierno. Lo haga bien o mal, pero si es lo segundo, como es, la lealtad gana valor acompañándola de crítica. El pretexto marroquí fue el trato otorgado por España al máximo dirigente del Polisario. Nada que objetar a las razones humanitarias de su estancia en un hospital de Logroño, pero nunca debió de ocultarse. Los servicios secretos marroquíes lo descubrieron rápidamente. Se ve que son mejores que los nuestros. Y también se ocultó, me parece más grave, a la Justicia española. El señor Ghali estaba reclamado por la Audiencia Nacional. Y nuestro ministro del Interior, el señor Marlaska, es juez de profesión.

    El gran problema de este Gobierno es el propio Gobierno. Tiene el enemigo dentro. La parte socialista es contraria en muchos asuntos a la de Podemos, y viceversa. También sobre Marruecos, con Sánchez en medio, con unos y otros a tiempo parcial. Les une su apego al cargo pero, ya sea por ideología o incapacidad, fallan en la gestión.

    Con estos precedentes –pandemia y Marruecos– la pregunta es si la gestión de los fondos europeos de recuperación va a seguir el mismo recorrido hacia el abismo. La crisis sanitaria se palió gracias a las comunidades autónomas y en la economía la iniciativa empresarial debiera ser protagonista. Y nos tutela Europa. Afortunadamente.

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