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Galicia no es Murcia (ni Madrid)

    • 11 mar 2021 / 01:00
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    CON frecuencia se escucha a los políticos gallegos, sobre todo en el ámbito nacionalista, decir: “Galicia no es Murcia”, y se añade: “Sin menospreciar a nadie, por supuesto”. Con tal aserto se trata de convencer al auditorio de las diferencias existentes entre los territorios que conforman España, citando Murcia como ejemplo de nuestras antípodas peninsulares, más que por distancia por sus características culturales y socioeconómicas. El peligro de estas comparaciones radica en el riesgo de caer en actitudes y comportamientos identitarios supremacistas.

    Estas antípodas las traslado hoy también al campo de la política. Y en este caso me atrevo a valorar, aun reconociendo cierta contradicción, un superior comportamiento de la clase política gallega –de toda la clase política gallega, remarco– sobre la murciana. Una consecuencia y mérito, en definitiva, del voto ciudadano, de quien la elige.

    El PSOE debiera estar gobernando en Murcia desde hace dos años. Fue el partido más votado, y Cs, cuyas relaciones con el PP nunca fueron buenas, tendría que haberle apoyado. Pero ahora, en medio de esta pandemia, es el momento menos apropiado para provocar una crisis gubernamental. El asunto responde, es obvio, a intereses externos a la región. Con la maniobra Sánchez tienta a Arrimadas por si le falla ERC. Y le ofrece un buen botín: la presidencia de una autonomía, la primera que logra Ciudadanos, partido que obtuvo el 11,99 por ciento de los votos y solo seis diputados de 45. ¿Hay vergüenza?

    Para evitar el efecto dominó la presidenta de la comunidad de Madrid se apresuró a disolver la Cámara y anticipar elecciones. Casi al mismo tiempo se presentaban mociones de censura para desalojarla del poder. Los tribunales dirimirán quien fue más rápido, lo cual también resulta patético por las mismas razones que en el caso de Murcia: prevalece el interés partidista sobre cualquier otro, el de la salud incluido. Que la operación fue orquestada desde arriba se confirma. También se pone en jaque la Junta de Castilla y León, donde su presidente Mañueco estuvo más lento que Ayuso, o bien confía en la volátil lealtad de Ciudadanos.

    Galicia tampoco es Madrid, aunque la relación entre ambas sociedades siempre fue intensa. La colonia de madrigallegos sigue siendo numerosa e influyente. Y en el plano político, la presencia gallega en el Gobierno de la nación fue una constante destacada en los dos últimos siglos. Desde Montero Ríos a Nadia Calviño, pasando por Casares Quiroga, Fraga, Blanco y Rajoy entre otros muchos, la nómina de políticos protagonistas con mando desde la capital de España es abundante.

    Las diferencias políticas entre Galicia y Madrid, al igual que con Murcia, las establecieron los ciudadanos en las urnas. Mientras aquí se redujo el abanico partidista a las tres formaciones clásicas, excluyendo además a Vox y Ciudadanos, en la comunidad madrileña se aumentó a seis, lo que devino en dos años de inestabilidad política, nada útil para afrontar una crisis de la envergadura de la que padecemos y con visos de perdurar en el tiempo. Los datos de la pandemia están ahí. Obviamente, los peores resultados de la sanidad madrileña se deben a muchos factores, entre ellos la gestión política. Galicia está en el polo opuesto. El licor de café no tiene nada que ver.

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