Hablar por no estar callado
EN un mitin de las pasadas elecciones autonómicas el secretario general de VOX se atrevió a arremeter contra Castelao tildándolo de xenófobo, racista y antiespañol. Para que no se interpretara como calentamiento ocasional, repitió en otro mitin la misma barbaridad.
Cualquiera que tenga noticia suficiente del ideario político del intelectual galleguista sabe que la acusación de xenófobo no le conviene de ninguna manera: el nacionalismo que propugnaba no partía de la detestable idea de la superioridad de los gallegos sobre los demás pueblos, sino de la defensa de su identidad y del derecho a ejercerla utilizando medios democráticos. Su probado universalismo excluye el odio al extranjero, como se puede esperar de un hijo de emigrantes.
Por sus estudios médicos sabía de coro el gran rianxeiro que raza es para el mundo de las ciencias biológicas un término solo aplicable a los animales: tener la piel blanca, amarilla, negra o cobriza constituyen diferencias que no justifican el hablar de razas con referencia a la especie humana. Los que defienden el racismo dando por buenos argumentos pretendidamente científicos tendrían que ponerse al día, si quieren dejar de hacer el ridículo.
La insustancialidad de la acusación de antiespañol la dejan al descubierto estas preguntas: ¿existe una manera de ser español sin ser gallego, catalán, vasco, madrileño, andaluz ...?; ¿qué sentido tiene, si alguno, intentar separar identidades que cursan juntas? En todo caso, alarma que haya compatriotas que se concedan licencia para decidir quiénes son españoles y quiénes no, mayormente cuando falta consenso sobre las notas constitutivas de la condición de español.
Espolea este tipo de descalificaciones desaforadas la hostilidad del nacionalismo de querencia centralista hacia los nacionalismos periféricos, típica de los partidos políticos que confunden unidad con uniformidad. No se les da bien la asignatura troncal de gestión de la diversidad.