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Infantilizar a la población

    • 06 ago 2022 / 01:00
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    LOS ciudadanos españoles y europeos somos perfectamente conscientes del delicado momento que estamos viviendo a nivel social y económico. Conocemos los problemas existentes con las reservas y el reparto del gas, con el aumento de los precios de los carburantes, e incluso con la incipiente escasez de agua provocada por la falta de lluvias y las sucesivas olas de calor. Algunos de estos problemas son estructurales, y otros podrían empeorar todavía más a raíz de decisiones políticas erróneas a nivel nacional e incluso internacional, como la tomada por España ante Argelia.

    Nuestros políticos deben ocuparse de prevenir y paliar las consecuencias de las circunstancias adversas que estamos padeciendo, en vez de infantilizar a la población sugiriendo medidas que dependen de la responsabilidad y la solidaridad ciudadanas. En este sentido, resulta ridículo que nos aconsejen cerrar persianas, utilizar el transporte público, apagar la luz de nuestros hogares, e incluso evitar llevar corbata, porque a título individual y a nivel familiar todo el que tenga dos dedos de frente ya lleva tiempo ahorrando energía y recursos, entre otras cosas, debido al brutal incremento del precio de la luz, el gas y la gasolina. Y también conocemos la escasez de agua en nuestros ríos y embalses. Incluso nuestros hijos son más que conscientes de la necesidad de cuidar el medio ambiente y gestionar de forma sostenible los preciados recursos naturales.

    Por ello los consejos del Gobierno han de ser viables; y sus directrices efectivas y cabales. Sólo así evitará caer en propuestas obvias, ridículas, o que causen más problemas que beneficios. El sector textil ya se ha rebelado, con razón, ante la idea de no vestir con corbata. Y los comerciantes señalan las deficiencias del Real Decreto de Medidas de Ahorro Energético del Ejecutivo. Se preguntan, por ejemplo, si regular la temperatura de sus locales puede perjudicar a sus trabajadores, o ahuyentar a sus clientes. También están preocupados por la obligación de hacer nuevas reformas en sus establecimientos, cuando aún sufren los efectos de una pandemia que mermó su capacidad económica e implicó realizar importantes inversiones en sus comercios e instalaciones.

    Para no crear más pobreza, preocupación e incluso rechazo, nuestros gestores deberían: 1) acudir a los expertos para ver si las medidas propuestas son adecuadas y eficaces; 2) consensuar las nuevas directrices con los afectados; 3) acompañar sus decretos con ayudas para implementarlos, y no sólo con multas por incumplirlos, o para sancionarlos; 4) no tomar medidas sin dar ejemplo de sacrificio desde las propias carteras y estructuras gubernamentales; y 5) evitar ese populismo barato que, a modo de cortina de humo, beneficia a unos al tiempo que perjudica a otros, los más débiles.

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