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Irán y el ejército fantasma (II)

  • 14 nov 2022 / 01:00
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Tras la intervención norteamericana en Afganistán en el año 2001, llevada a cabo como represalia por los atentados del 11-S, por ser los talibanes quienes acogían a Al-Qaeda, los EE. UU. establecieron un gobierno interino y contribuyeron a crear una república, como forma de gobierno del país. Durante los dos décadas posteriores la OTAN y los EE. UU. diseñaron la estructura, y se encargaron del entrenamiento, de las fuerzas de defensa y seguridad afganas, que estaban formadas por: el ejército nacional, la policía nacional, y la dirección de seguridad e inteligencia (NDS). Entre todos estos cuerpos se llegó casi a tener unos 300.000 efectivos disponibles. La élite de todo el sistema era el cuerpo de comandos del ejército nacional, o fuerzas especiales, con una dotación de 30.000 hombres, que fueron entrenados por los Navy Seals de los EE. UU., el British Special Air Service, y otros centros de instrucción de la OTAN, situados en Alemania y otros estados miembros de la misma. Los EE. UU. aportaron como contribución 90.000 millones de dólares para las fuerzas de seguridad afganas.

La postura delos EE. UU. frente a los talibanes dio un giro radical a partir de 2020, cuando decidieron negociar con ellos y firmar un acuerdo de retirada total de sus tropas del país. De acuerdo con él los talibanes dejarían de atacar a las fuerzas de la OTAN y los EE. UU. mientras se retiraban, y se comprometían a frenar a los grupos terroristas internacionales que actuasen en Afganistán u operasen desde su suelo. Esa retirada debería haberse completado en el año 2021. Tras el acuerdo, los EE. UU. dejaron de dar apoyo aéreo al ejército nacional afgano, imprescindible debido a la reducidísima dimensión de sus fuerzas aéreas, por lo que el ejército de tierra perdió su capacidad de llevar la iniciativa, se desmoralizó y se paralizó, siendo esto lo que hizo posible la fulminante toma del poder por los talibanes.

¿Qué fue de ese ejército y sus casi 300.000 efectivos? Tras la toma de Kabul por los talibanes el 15 de agosto de 2021, precedida de la fuga del presidente Ashraf Ghani, los talibanes volvieron como siempre a incumplir sus promesas, en este caso la de la amnistía general. Comenzaron a ir casa por casa por todo el país para detener, asesinar en público o hacer desaparecer a los antiguos miembros de los cuerpos de seguridad, junto con sus familias en numerosas ocasiones. Unos poco de estos soldados fueron evacuados por los occidentales, pero la mayoría se refugió en Irán y Pakistán.

La mayor parte de los que llegaron a Irán lo hicieron de forma ilegal o con un visado temporal. Desde hace dos meses el gobierno iraní ha decidido llevar a cabo un registro obligatorio de todos los afganos residentes en Irán, con el fin de poder saber cuántos miembros de las antiguas fuerzas de seguridad residían en su país desde agosto de 2021. Personalmente he conseguido hablar con una persona residente allí, cuyos familiares fueron miembros de esas fuerzas de seguridad, y me ha confirmado que los exsoldados no solo tienen que registrarse, sino también dar los nombres de todos sus antiguos camaradas, así como los miembros de sus familiares y amigos. Según me ha dicho: “Uno de mis parientes estaba en la unidad NDS 04 y pudo escapar hace un año. Él y sus amigos están trabajando en condiciones físicas lamentables con una jornada de 12 horas por un sueldo de 6 millones de rials, que al cambio son unos 150 euros”.

Me ha informado también del reclutamiento de exmiembros de las fuerzas de seguridad afganas, de la policía nacional y de los comandos, o el NDS, que llegaron a Irán a través de Rusia. Sin embargo me informa de que nadie sabe exactamente para qué está Irán reclutando a estas tropas, pero las opciones disponibles sí que están claras.

En principio llegaron a Irán unos 3.000 efectivos de las fuerzas de seguridad, con sus oficiales y sus jefes, y su equipamiento y armamento completos, habiendo sido muchos de ellos entrenados como fuerzas especiales por los EE. UU. A ellos hay que añadir los exsoldados que fueron llegando paulatinamente sin armas. Sumando los efectivos de todos los cuerpos y armas, se calcula que deben rondar los 30.000. Pero los más valorados son lógicamente los del antiguo cuerpo de comandos.

El cuerpo especial de comandos, o fuerzas especiales, estaba formado por 7.000 efectivos. Todos ellos estaban entrenados como soldados de infantería destinados a operaciones especiales por los Navy Seals y los Boinas Verdes, por lo que conocen muy bien todas las tácticas de combate norteamericanas. La primera opción iraní con estas fuerzas es facilitar su reclutamiento por parte de Rusia, necesario ante las adversidades que está sufriendo en Ucrania. Irán está apoyando claramente a Rusia con la venta de drones y parece ser que Rusia le ofrece sus cazas Shukoi-35, de última generación, para sustituir a su viejos MIG-29, lo que permitiría a Irán lograr el dominio del aire en su zona.

Estas fuerzas afganas están muy bien entrenadas, pero son muy vulnerables psicológicamente, ya que ni ellos ni sus familias tienen seguridad jurídica ni económica. Con una oferta rusa de 1.500 euros mensuales y la concesión de la ciudadanía rusa o iraní para ellos y toda su familia, o por lo menos de un permiso de residencia casi indefinido, se comprende que ir a luchar a Ucrania sea para ellos una oferta casi irresistible. Las guerras, como siempre, acaban recayendo en la carne de cañón.

Las condiciones de vida de los refugiados afganos en Irán son muy duras, pero las de los antiguos cuerpos de seguridad son aún peores. Huyeron de los talibanes, pero se les amenaza con repatriarlos. Y no solo temen por sus vidas, sino también por las de sus familias, en el caso de ser deportados de nuevo. No tienen ni esperanza ni capacidad de elección. Se sienten traicionados por los EE. UU., que los entrenaron y abandonaron, y por eso están dispuestos a pasar información militar a los gobiernos iraní o ruso.

Mi fuente añade: “la policía y los servicios de inteligencia iraníes tienen fichados a todos los miembros de las fuerzas de seguridad afganas que llegaron a su país. Pueden localizarlos a ellos y sus familiares y amigos. Por eso no cabe duda de que están dispuestos a utilizarlos cuando les convenga”. Son muy fáciles de localizar porque mantienen muchos contactos entre sí, a pesar de todo, y por ello añade: “si reclutan a uno, ese establecerá contactos con todos los demás que conozca. Como formaban unidades muy compactas, si pillas a uno aparece toda la sección”.

La reciente revuelta iraní ha causado la muerte de 277 personas, de ellos 40 niños. No parece que haya cesado. La policía y los antidisturbios son burlados por los organizadores, que han decidido no anunciar ni las protestas ni los lugares de las manifestaciones. Están intentando hackear los sistemas de comunicaciones de las unidades especiales del régimen, que a su vez controla internet. No parece que la represión política vaya a apagar tan fácilmente la revuelta. Por eso una posibilidad es que decida utilizar a los afganos como fuerzas especiales para la represión, porque parece que no se fía totalmente de su propio ejército. Pero también podría enviarlos a conflictos como el de Yemen, que en realidad es una guerra entre Irán y Arabia Saudí.

Hay también posibilidades útiles en tiempos de crisis, como es iniciar una guerra que sirva para distraer la atención de los problemas interiores y una al país frente a un enemigo exterior. Un ejemplo muy claro sería la invasión de las provincias afganas de Herat, Farah y Nimrud, que son fronterizas con Irán, en las que están los embalses de los ríos Harirud y Helmand, esenciales para el riego y aprovisionamiento de agua en ambos países. Como parte del territorio iraní puede llegar a ser inhabitable debido al cambio climático, el control del agua va a ser fundamental, tal y como señalaba en mi artículo: “La guerra del agua entre Afganistán e Irán” (El Correo Gallego, 4 de mayo, 2021) Estas provincias además no son de mayoría pastún y parte de su población comparte con Irán lengua y religión, lo que facilitaría su ocupación por ese nuevo ejército afgano-iraní.

¿Hay políticos afganos que promuevan este reclutamiento? La verdad es que sí, según me confirma un profesor de la universidad de Herat, que me señala que el antiguo ministro afgano de asuntos exteriores, Hanif Atmar, mantiene un estrecho contacto con la Guardia Revolucionaria iraní. Me dice: “es él quien parece estar detrás del proceso de cooperación con el grupo de mercenarios Wagner, que está reclutando soldados para Rusia en coordinación con el servicio secreto iraní”. Me indica que Hanif Ahmar era muy amigo de Qassim Soleimani, el general jefe de la división Quds, que es la encargada de las operaciones clandestinas en el extranjero y que fue asesinado por un dron norteamericano en enero de 2020. Ahmar le llamó: “mártir, hermano y comandante”.

El propio Ahmar ha colaborado en el reclutamiento de mercenarios para combatir en Siria a favor de Assad. En su juventud Ahmar trabajó en el servicio secreto afgano (KHAD), en la época de la ocupación soviética, colaborando con el KGB. Ahora vive en Alemania, que le ha dado asilo. Alemania es un estado federal, pero Ahmar ha dicho en una entrevista a la televisión pastún ABN, que el federalismo, que muchos ven como una salida política para Afganistán, sería un desastre que llevaría ese país al feudalismo. No sé si prefiere que su país sea anexionado por varios países vecinos y así: “muerto el perro se acabó la rabia”.

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