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Irracionalidades y amenazas

    • 29 ene 2022 / 01:00
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    LA permisividad de la ley respeto del turismo al consentir galpones de dudoso gusto estético destinados al ocio en entornos de una más estricta y exigente autorización para otro tipo de construcciones, incluidos los usos primarios y ancestrales vinculados con esos mismos terrenos, como lleva días denunciando este periódico, no hacen sino poner en nueva evidencia cómo la falta de un diseño armónico, racional y consensuado del territorio produce estos monstruos que la razón no alcanza a comprender.

    Porque violentan el espíritu de la ley al posibilitar un uso distinto al agrícola, multiplica la dispersión habitacional tan cuestionada por las más sesudas políticas urbanísticas, encarece la prestación de servicios además de alterar gravemente el medio con las obras que los mismos demandan –traída de aguas, alcantarillado, conducciones eléctricas, accesos...– y supone una injustificable discriminación positiva respecto de otros agentes constructivos dispuestos a cumplir, acaso con mayor efectividad, la pretendida optimización (?) del medio, lo que se invoca como exclusiva razón para autorizar dichas aberraciones.

    Pero no hay que preocuparse, que ya la Xunta acaba de vender Galicia en Fitur como “un modelo de turismo seguro, tranquilo, sostible e de calidade”. ¡Pues así!

    Similar cota de irracionalidad se apunta ahora respeto del medio marino, donde se olvida la tan positiva como necesaria regulación para un despliegue de la industria eólica marina en entornos que no sean gravosos para otras actividades económicas ya en funcionamiento, justo lo que parece que no va a ocurrir.

    Tomando como ejemplo otras latitudes y pretendidos caladeros con ridícula actividad extractora, se quiere trasladar al norte de Galicia
    –al conocido como caladero de As Abarracidas– la ubicación de un macroproyecto de energía eólica marina de una extensión equivalente a siete veces la ciudad de A Coruña, a 30 kilómetros de Ferrol y 60 de A Coruña, donde suelen operar numerosos barcos de Caión, Malpica, Corme, Muxía, Fisterra, Pontedeume, Sada, etc., dedicados a la práctica del arrastre pero donde se opera también con enmalle, artes menores o cerco, que abastecen las lonjas próximas de especies como sardina o bonito en sus respectivas épocas, además de sargo, pulpo, lubina, jurel etc, como bien apunta en Mundiario el periodista experto en estas cuestiones Antón Luaces.

    El megaproyecto, con una previsión inicial de 80 turbinas –con un radio de ocupación de 730 metros cada una de ellas– promete la creación en su fase constructiva de unos 14.000 empleos, de los que solamente 6000 lo serán en Galicia, y se argumenta su necesidad con la peregrina –por limitativa– y falaz –por exigir una autosuficiencia de ámbito autonómico– disculpa del desierto energético en que queda Galicia tras el cierre de las centrales térmicas.

    Sorprende que frente a este proyecto con las exigencias constructivas ya detalladas al límite, desde la Xunta se esté a la espera de una primigenia delimitación de las zonas de implantación de la eólica marina por parte del Estado para, de ser necesario, actuar en defensa del sector pesquero. ¿Para cuando la autorización sea un hecho consumado? ¿También aquí habrá que concluir que es lluvia lo que arrecia?

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