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Juegos pandémicos

    • 28 jul 2021 / 01:00
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    SE encendió el pebetero con el fuego olímpico un año después de lo previsto en Tokio y las delegaciones de doscientos países pasearon por el tartán de un estadio olímpico desierto. Comenzaron los Juegos Pandémicos, los que tuvieron que celebrarse el pasado año pero que el COVID-19 impidió que se realizaran y ha estado a punto de que la cita se cancelara o se volviera a aplazar.

    La decisión del Comité Olímpico Internacional y de los organizadores japoneses de seguir adelante es una decisión adecuada, la que necesitan los 11.300 deportistas que van a participar en las competiciones, que llevan preparándose una olimpiada para competir contra el crono y contra ellos mismos. Su esfuerzo merecía la convocatoria pese a que las gradas se encuentren vacías y se pierda la emoción y el calor que proporciona el público.

    Los XXXII Juegos Olímpicos no podían aplazarse más. Al esfuerzo económico realizado para su organización, más de 13.000 millones de euros, habría que sumara varios miles más de no haberse celebrado en pago de indemnizaciones. En las organización de unos Juegos Olímpicos se pone a prueba la capacidad de gestión de todo un país que compite porque sean “los mejores de la historia” en la frase con la que José Antonio Samaranch definió los celebrados en Barcelona en 1992.

    Al reto de llegar a tiempo con todas las instalaciones preparadas, los japoneses que han tenido un año más para su puesta a punto, han tenido que lidiar con las consecuencias de la pandemia y el establecimiento de las medidas de seguridad para que los deportistas eviten el contagio. Un empeño que resulta difícil de lograr cuando se reúnen tantas personas, técnicos, jueces, periodistas, auxiliares... en los lugares establecidos.

    Serán unos JJ OO sin gente en las gradas con los 68.000 asientos vacíos y con una contestación social que supera lo que es habitual en la organización de este tipo de espectáculos, porque un 70 % de los japoneses está en contra de su celebración, porque el país es uno de los más desarrollados que va más retrasado en cuanto a la vacunación de sus ciudadanos con solo un poco más del 20 %, y porque la decisión de no admitir espectadores extranjeros y finalmente de que tampoco haya población local van a restar proyección internacional a Japón, que es otro de los propósitos cuando se opta a ser sede de los Juegos Olímpicos.

    Esta competición hace tiempo que dejó de ser rentable económicamente, pero es un escaparate inigualable. Y queda la épica. No solo la de los deportistas que van a tratar de colgarse una medalla, sino la de recuperar es espíritu olímpico capaz de superar enfrentamientos, parar guerras, y acabar superando los boicots que se produjeron durante la Guerra Fría.

    A pesar de todas las contraindicaciones, de la soledad de los deportistas ante sus retos, de las medidas burbuja para impedir los contagios, los Juegos de Tokio quizá no resulten los mejores de la historia, pero son los que le toca disputar a una generación de deportistas que quizá no vuelvan a tener otra oportunidad.

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