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La aventura de la Natalidad

    • 22 oct 2022 / 01:00
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    LOS nacimientos en España en 2021 marcaron un mínimo histórico, menos de 350.000, situando el promedio de hijos por mujer en 1,19, mientras que el de fecundidad de reemplazo es de 2,1 (la pareja de padres y el decimal para compensar a los que no tienen descendencia). Esto no es más que el reflejo de lo que sucede en el resto de países desarrollados. En Europa las peores previsiones apuntan a una reducción de más de un 10% de su población en lo que queda de siglo. En China se estima que una cuarta parte de su población será mayor de 60 años en 2030. La natalidad también se estanca y decrece en EE.UU. o India.

    Esta caída de población traerá consigo consecuencias que afectarán a nuestro sistema de bienestar social, puesto que implica un aumento muy pronunciado del gasto público en determinadas partidas, como por ejemplo el pago de pensiones. En este punto viene a colación recordar el papel que para evitar esto pueden jugar las familias numerosas en nuestro país.

    En estos tiempos de hiperconsumo, el nivel de gasto de las familias se ha disparado. Así, la individualización del consumo hace que los hijos no quieran heredar cosas de los hermanos mayores, porque ir a la moda en épocas en que esta dura (se hace durar) menos que nunca no es fácil. Si a esto sumamos los gastos de ocio, el retraso del acceso al mercado laboral o el paro, es fácil deducir por qué ser familia numerosa es un factor de altísimo riesgo que convierte virtualmente a los hijos en un bien de lujo.

    España gasta en familia el 1,2% de su PIB, la mitad que la media de la UE. Un matrimonio español debería tener once hijos para igualar las ayudas que recibe un matrimonio con dos en Reino Unido y trece si nos fijamos en Alemania. Invertir en familia no puede ser hacer leyes vacías de dotación económica.

    La dictadura de lo políticamente correcto es la que impera socialmente, y ahora no está bien visto tener hijos, a pesar de ser un claro gesto de generosidad y sacrificio. Se condena por lo bajo a las familias numerosas, que tienen tan pocos beneficios, que un porcentaje altísimo (64%) no solicitan el título oficial, al considerar que poco les aporta. Y me pregunto, como prosperaremos económicamente y quién pagará las pensiones, porque a este paso tendrán que hacerlo las mascotas que son las únicas que no han dejado de crecer en España. Como decía alguien: menos bozales y más pañales.

    Coincido en que “quienes hablan o van contra la familia no saben lo que hacen porque no saben lo que deshacen”. Si la política social ayuda en la compra de cada día, la política familiar ayuda a llenar la despensa. Ante el agujero demográfico que tenemos por la gravísima falta de nacimientos, es necesario poner en valor la formidable y valiosa aportación a la sociedad de las familias numerosas. No hacerlo es una cuestión más de falta de luces que de sombras.

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