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La biblioteca a cuestas

    • 24 abr 2022 / 01:01
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    YA no todos tenemos la misma foto mental cuando hablamos del libro. Un año más celebramos su día con el señuelo tradicional de lomo y hojas; pero la realidad virtual nos tiene metidos en las nuevas tecnologías, que permiten ejercer la lectura desde la pantalla de un ordenador, de un teléfono, de un ebook, o de una tablet.

    La gran diferencia es que cualquiera de ellas nos permite viajar ligeros con una biblioteca de miles de volúmenes. Lejos queda la representación quevedesca de Don Francisco trasladándose a sus dos exilios en Torre de Juan Abad en Sierra Morena, a unos 40 kilómetros de Valdepeñas, o al que sería su tercer destierro enviándolo a Uclés, con mulas llevando un carro de libros y repletas las alforjas de su jaca, que caminaba a ritmo de buey.

    Al escritor y Caballero de la Orden de Santiago la biblioteca andante del siglo XXI le hubiera facilitado su vida, alegrado su espíritu y enriquecido su obra. Él, que es la mejor apología de los libros y la literatura, tuvo una existencia entregada al goce de la lectura y alejada de las intrigas sociales, políticas y de palacio con más de siete años en esa diminuta villa situada en pleno Campo de Montiel a donde fue desterrado por ser lacayo y secretario del duque de Osuna, que había caído en desgracia. Quevedo llegó en 1620 a este aislamiento, cuando tenía 40 años de edad.

    La pasión por la lectura marca a los más grandes escritores y las modas no están presentes, al menos como tendencia que dirige la lectura.

    Jorge Luis Borges, ya mayor y ciego encontró lector sustituto de su anciana madre en la librería Pigmalión de Buenos Aires, que vendía libros en inglés y alemán. El lugar era frecuentado también por Bioy Casares y Alberto Manguel, quien había tenido el sueño infantil de ser bibliotecario, no lo fue nunca pero llegó a catalogar importantes bibliotecas y a ser descrito como el Don Juan de las Bibliotecas. Algo que había conocido muy bien Jorge Luis Borges, por haber desempeñado ese trabajo.

    Alberto Manguel ha vivido siempre entre libros y habla del biblioburro en La biblioteca de noche, toda una referencia a la Historia de este gran objeto y en Conversaciones con un amigo recuerda lo trascendental que fue para él convertirse en lector de Borges.

    Hay vidas que toman sentido a través de la lectura y que se han convertido en enfermedad lectora durante su recorrido vital; por eso todos aquellos que han sido bibliotecarios merecen un reconocimiento como lectores, alejados de la distinción de escritores. Uno escribe lo que puede y sabe, pero lee todo lo que quiere.

    Entre los escritores que han pasado por el desempeño del trabajo de bibliotecarios están, además de Borges, Lewis Carroll, Stephen King, Goethe, Georges Bataille, Hermanos Grimm, Charles Perrault, Ruben Darío y Marcel Proust.

    Es sólo una pequeña representación para concluir que algo debe decirnos en la semana de celebración del día del libro.

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