Firmas

La leyenda del tiempo

    • 23 feb 2021 / 01:00
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    mientras no enseñe algún retrato de cuando era bebé que confirme que en esa época de su vida su rostro carecía de arrugas, Íñigo Errejón no podrá liberarse de que se le relacione con El curioso caso de Benjamin Button, la película donde el protagonista nació con cara de viejo y a medida que cumplía años iba rejuveneciendo. El diputado y fundador de MM (Más Madrid) lleva cinco años en el Congreso y las facciones de su cara son cada vez más infantiles. Habrá quien piense que hizo un pacto con el diablo, pero, que se sepa, sólo lo firmó con Carmena, a la que sí le robó su tiempo, arrancándola de la órbita de Podemos para encabezar en la capital una variante local de su proyecto de MM (al final, Menos Manuela) que la mandó para casa.

    El misterio de la eterna juventud de Errejón daría para escribir una buena versión madrileña de El retrato de Dorian Gray. El tiempo no oxida sus rasgos físicos más visibles, pero sí deja marcas de su inevitable paso en sus obras, y de esa especial relación que mantiene con Cronos busca ahora el expodemita revolucionar el mercado del trabajo, con la implantación de la semana laboral de cuatro días que exige al Gobierno en el regateo de San Jerónimo.

    El presidente Sánchez se abrió a esta propuesta con la frialdad de quien acepta un mero trámite parlamentario más que le permitirá ganar tiempo para sus cosas. Los empresarios, como cabía esperar, la recibieron con reservas y es difícil que acaben aceptándola en un acuerdo con los sindicatos que hoy por hoy lo considerarían demoníaco. Pero Satanás poco tiene que ver en esto. El mundo parece ignorar que uno de los economistas más influyentes en el discurrir de nuestra vida cotidiana, John Maynard Keynes, predijo que el aumento de la riqueza provocaría que en el año 2030 la semana laboral duraría 15 horas. Por no citar los estudios que demuestran que los actuales avances tecnológicos (¿otra manifestación de Belcebú?) facilitan que una jornada de trabajo de los 70 se complete hoy en dos horas.

    ¿Es mejor un trabajador que cumpla perfectamente con su cometido en menos tiempo del horario fijado o uno que a duras penas salve su papeleta en más horas de las debidas? Las empresas que prefieran al primero están en disposición de hacer posible la proposición de Errejón. Pero la mayoría se decanta por el segundo, porque confunden presencia con compromiso e implicación. En muchos casos, esta elección esconde, también, una trampa endemoniada: cuentan con que las horas que le sobran al primero compensen las que desperdicia el segundo. Es un modelo que les resulta rentable, aunque éticamente es reprobable: por el mismo precio, cargan al primer trabajador con parte de la jornada del segundo. Y para más perversidad, a la hora de las promociones, las estadísticas indican que se suele ascender al que menos aporta, porque su ausencia en la primera línea de producción se nota muchísimo menos.

    El tiempo nos empuja a un cambio de era a lo Gran Hermano que amenaza con devorarnos y Errejón, con esa carita de Peter Pan chaponcete, renueva su apuesta de doble M: Más empleos y Más ocio (por ejemplo, para disfrutar del Lorca que cantó Camarón: “El sueño va sobre el tiempo,// flotando como un velero...”).

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