Languidece la gallina de huevos de oro

HUBO en Villafranca del Bierzo una reunión de responsables de Albergues de Donativo (“deja lo que quieras/puedas, no hay tarifa”). Transmitíeron la degradación de ese servicio, ajeno a mercantilismo y banalización. Constatan exigencias crecientes de turista en quienes llaman a su puerta, e insensibilidad para la nota austera y espiritualizadora de la peregrinación.

Nuestra época es menos austera y menos espiritual que antaño. El poder civil gusta de los muchos peregrinos y codicia sus pequeños gastos. El Camino pierde épica y carácter cosmopolita: ponte a andar en Sarria, Tui, Ferrol, fíngete valiente y obtén el certificado de pequeño héroe.

El Camino comporta sobriedad y alegre fatiga. ¡adelante y arriba!: ultreia e suseia!, con el apoyo de quienes están a su vera. En Villafranca intervinieron hospitaleros que acogen a caminantes desde hace centurias de modo benevolente, a la vez real y simbólico: en San Nicolás de Puente Fitero se le lava los pies al recién llegado con estilo evangélico, y en todos se les acoge con benevolencia, con algo de vino quizá y nula jerarquía.

Los cultivadores de ese estilo valoran los peregrinos larga distancia, más esforzados y ricos en experiencias. Pudimos oír a pioneros de esa hospitalidad que honra a quien la brinda y a quien la recibe, gentes con ojos abiertos y ánimo generoso: alientan a quienes caminan hacia la tumba de un hombre que nos trajo buenas nuevas. Sin ellos el Camino a Santiago se convierte en un Sendero con lindas vistas hasta una plaza cuadrada.

Hubo una Misa de campaña en ese Encuentro, de identidad cristiana primigenia. La historia jacobea es larga, con corrupciones y heroísmos. Al recentísimo reflorecimiento le acompaña la banalización. Que la hospitalidad benevolente de donativo sea favorecida con regulación jurídica no penalizadora. Se la reivindica como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.