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Los Emmy: ‘The Crown’ y los otros

    • 23 sep 2021 / 01:00
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    VEO las galas con desgana, porque propenden a la artificiosidad y a cierta solemnidad inane, y lo que es peor, algunas se dejan vencer por el peso indecible de la corrección política de última generación. Claro que eso no es tan grave en las galas: es mucho más grave en el arte. Pero cumplo con esa misión del cronista de meterse unas horas de televisión fabricadas con elogios tantas veces desmesurados y con sonrisas reales o impostadas, con la esperanza de que al menos el conductor tenga a bien hacer bromas inteligentes, no domesticadas ni pasadas por los censores de estilo.

    Así vi los Emmy 2021, intentando huir sin conseguirlo. Tuve la suerte de que entre las series más premiadas hubo algunas de mis favoritas, de las que hablamos ya varias veces aquí. No es que no estuviera cantado. ‘The Crown’ es demasiado poderosa y compleja como para no marcar cierto estilo, y como para no ser tenida en cuenta, más allá de su fidelidad a la realidad o no. Ya está bien con el realismo: comprendo que es una versión de la monarquía británica del siglo pasado. Pero una serie no es un libro de historia.

    En general, de acuerdo con los premios. ‘The Crown’ avanza con buena crítica (salvo alguna cosa), mientras nos acaba de dejar el Duque de Edimburgo, longevo y al parecer discreto, tan importante en su trama (esos años jóvenes junto a una reina tan determinada como precoz: inolvidable recreación, no sé si certera, insisto, de Matt Smith. El premiado fue Menzies, también memorable, en la versión madura). Y al lado, claro, la gran Olivia Colman, que me resulta imprescindible. También Josh O’Connor, como el príncipe Carlos: un caramelito de papel ¿secundario? (Qué diferente su interpretación de Lawrence Durrell, en ‘The Durrells’, claro, aunque igualmente genial: esta serie es un hermoso juguete mediterráneo).

    Lo malo o lo bueno de ‘The Crown’ es que permite comparar las diferentes versiones del mismo personaje, según la edad y según los avatares de la historia: un regalo, quizás envenenado, para actores y para actrices. A estas alturas, ‘The Crown’ ha recogido ya mucha gloria en estos premios, justa, al menos para mí, y nos interpela a otros sobre la capacidad para recrear los hechos históricos con esa gracia y esa cierta ironía, aunque manteniendo siempre un equilibrio brillante: lo que no evitó algunas incomodidades en Buckingham, o al menos eso pudimos leer. En estas cosas no hay nada peor que resultar indiferente.

    Todas las crónicas han destacado el reconocimiento que se hubiera merecido el desaparecido Michael K. Williams (‘Territorio Lovecraft’), sobre todo porque sus trabajos nos llevan a series sin duda imprescindibles, desde ‘The Wire’ a ‘Boardwalk Empire’. En fin, seguramente ya no podrá ser. Pero ahí queda su legado.

    El triunfo en la comedia de ‘Ted Lasso’ (sí, una serie sobre el fútbol, pero mucho más que eso) también era esperado y anunciado. Y no digamos lo de ‘Gambito de dama’, otra de mis favoritas, sobre la que se discute también sobre la exactitud de sus detalles ajedrecísticos. Pero es una obra mayor.

    Cada vez con más intensidad, los Emmy se presentan como una lucha a brazo partido entre las plataformas, no tanto entre las series propiamente dichas. Estamos de acuerdo que la forma de ver televisión ha cambiado drásticamente y que el auge de Netflix, HBO y el resto tiene que ver con ello. Sí, pero lo primordial, lo importante, es la obra de arte. ¿O todo es ya una guerra global por reinar en el ‘streaming’? ¿Sólo importa eso?

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