Firmas

Malos modos de la política

    • 30 dic 2021 / 01:00
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    QUÉ pena que la publicación de esta columna no haya coincidido con el anteayer, que seguimos celebrando, como si lo mereciésemos, como el día de los inocentes, no diciéndonos unos a otros cosas sencillas y bonitas, como se hace con los niños mientras lo siguen siendo, sino mentiras, puras y llanas, a conciencia de que lo son. Así que el tal día debería quizá mejor llamarse el de los mentirosos. Qué pena que no seamos capaces de ser más pillos que falsos, que aquello, por lo menos, podría tener gracia.

    Yo, sin embargo, caso de haber podido, habría aprovechado la celebración para decirles que, a partir de la data, por acuerdo general, cambiarían del todo las formas de hacer política, incluidas, principalmente, por ser más visibles, las que se adoptan en las sesiones de control parlamentario que se celebran en las Cortes Generales.

    Cuando se recojan las luces que engalanan las calles durante las navidades, todos, eh, que digo todos, ya sin referirme solamente a los políticos, aunque empezando principalmente por ellos, se pronunciarán con respeto mutuo, buenas formas, quiero decir, con educación, corrección y hasta amabilidad recíproca. Eso: con respeto.

    Porque, aunque parezca mentira a la vista de lo que se ve, es posible que uno diga lo que piensa, que critique profundamente, incluso con radicalidad, las ideas y propuestas de los demás, y que formule, claro está, porque también es obligado, sus propias alternativas y todo eso que se quiera decir en un parlamento, guardando las formas. Sobre todo, sin dejarse llevar nunca por la creencia, enfermiza, de que el adversario es menos respetable que uno mismo.

    Esto no está sucediendo en la política española. Al contrario: en ella los adversarios se comportan como enemigos, se disputan no las ideas sino el legítimo derecho a sostenerlas, que es mucho peor, cuando no ya más directamente la honorabilidad de cada quien.

    Ya que empecé hablando de niños, a ellos no deberíamos permitirles que viesen la televisión el día en que los políticos discuten, para que no se tuerzan también ellos, no se envilezcan, no se acanallen, creyendo que la vida enraíza en esa miseria moral.

    Pero, bueno, aunque haya pasado la fecha, déjenme que les diga, a modo de dedicatoria y felicitación, que merece la pena tener paciencia. Este país es más grande y está más limpio que cualquier corral de reses, sin hábitos espontáneos de limpieza. Y si eso no fuera así, tendría que serlo, porque lo necesitamos y lo merecemos. Nosotros, y aunque parezcan no saberlo, ellos, los políticos, también.

    ¡Felices Fiestas!

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