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Memoria Democrática y efectos

    • 23 ago 2022 / 01:00
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    Recientemente ha aparecido en el panorama del inagotable repertorio de libros sobre la guerra civil y sus consecuencias una aportación estremecedora, con un enfoque original. Se titula “Vecinos de Sangre” (“Historias de héroes, villanos y víctimas en el Madrid de la guerra civil 1936-1939”).

    Es una obra conmovedora y documentadísima, tras una detenida recogida de datos en diversos archivos, de lo que ocurría en la capital de España en aquellos aciagos días de las “checas” y las “patrullas del amanecer”, pero al mismo tiempo un lúcido testimonio del valor y la valentía de la condición humana de aquellos que, con riesgos de sus vidas, salvaron la de otras personas que militaban en el bando contrario.

    Entre los sujetos que aparecen citados en este libro figura uno de los más infames asesinos habidos, el gallego Agapito García Atadell, amigo de Prieto, que estuvo al frente de una de las más infame checas de aquel Madrid. Aquel cobarde, en lugar de ir al frente a defender a la República, huyó con el botín de sus desmanes, pero fue detenido en Santa Cruz de la Palma, cuando estaba a punto de escapar. Fue procesado y fusilado. Atención a lo que puede pasar, ya que, si se le aplica la Ley de la Memoria Democrática de Pedro Sánchez, al anularse su proceso, este sujeto pasaría a convertirse en una víctima del franquismo.

    La duda es si era anulación se hará de modo general, o si se procederá a una revisión sistemática de todas las causas, incluidas aquellos que en cualquier contexto merecerían al reproche penal. Es un asunto delicado y hay precedentes, como cuando la alcaldesa de Madrid, Carmena, tuvo que dar marcha atrás en su propósito de colocar una placa como víctimas del franquismo de una serie de pistoleros y asesinos de las patrullas del amanecer.

    Y en ese sentido, tengo mis heridas en el pecho, pues te recuerdo que fui procesado y a absuelto y el asunto llegó al Supremo por mis artículos sobre los fusilamientos y el proceso militar de Tui de 1936, la única ciudad que permaneció leal a la República. En el juicio, sentado yo en el banco de los criminales, depuso doña Josefina García Segret, la maestra republicana condenada a muerte, que salvó la vida fingiendo que estaba embarazada. “Matar es”, diría Azaña, con respecto a los crímenes de los dos bandos.

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