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LOS REYES DEL MANDO

Murphy y los brotes

    • 04 jul 2020 / 01:25
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    DICEN que hemos pasado de los brotes verdes a la posibilidad de otros brotes, pero tampoco hay que ser tan pesimistas, aunque algunos se vayan confirmando. Es verdad que la economía quedará tocada, pero conviene que no queden tocados los de siempre. No vivimos un mundo para el optimismo, y lo normal es que algunos acudan a aquella sentencia, también conocida como Ley de Murphy: si algo malo puede pasar, pasará.

    No es el colmo de la alegría, desde luego. Viene a decir que lo malo siempre impera, y siempre se abre camino, a pocas oportunidades que tenga. También se parece a ese otro pensamiento pseudocientífico, que asegura que la tostada siempre cae por el lado de la mantequilla, ya sea por la gravedad o no. Nos empecinamos en la certeza de que lo bueno suele esquivarnos, nos ponemos en lo peor. Y por eso, tal vez, triunfan tanto las noticias que anuncian algo negativo, que son siempre la mayoría. Me pregunto qué pasaría con un informativo totalmente positivo. Nadie se lo creería, estoy seguro.

    Este ambiente raro se va generalizando. En las televisiones escucho grandes broncas a los que incumplen las normas de higiene y distancia social, pero lo cierto es que, entre tanto personal, siempre hay incumplimientos. Recuerden la llamada ‘policía de balcón’, que tenía adeptos y detractores, casi a partes iguales. A menudo nos preocupamos más por los incumplimientos de otros que por los propios, y eso en casi todos los órdenes de la vida. No soy muy de proverbios ni refranes, salvo los del Quijote, pero es verdad que no resulta fácil ver la viga en el ojo propio.

    Por un lado, comprendes el ansia de felicidad de la gente. No es ya el resultado del confinamiento, sino toda la ansiedad que produce este estrechamiento físico y mental de la vida que vivimos. No nos imaginábamos un futuro tan proclive a prohibir, a restringir, a limitar, unas veces con más razones que otras. Por supuesto que la anormalidad temporal que vivimos (quiero pensar que es temporal) necesita de unas normas de higiene colectiva y de relación interpersonal, nadie lo duda. Pero tener a una sociedad que cada vez arrastra más frustraciones, menos alegría, más incertidumbres, más estrés, menos posibilidades para liberar la galopante tensión, etcétera, no es muy buena cosa. Parece una bomba de relojería.

    Si a eso le añades las consecuencias económicas de la movida, que ya nos anuncian con más o menos claridad (tal vez sea temporada de globos sonda), casi parece lógico que el personal se agarre a la Ley de Murphy como a un clavo ardiendo. Si algo malo puede pasar, pasará. Muchos creen que no es una broma, sino una filosofía que el tiempo ha ido confirmando. ¿Pero no será que nos hemos acostumbrado a subrayar siempre lo negativo, a considerar lo negativo como lo único realmente noticiable? ¿No es cierto, entonces, que la memoria tiende a preservar sólo lo que es bueno?

    Más allá de la pandemia, parece obvio que tendremos que acostumbrarnos a una sociedad más restrictiva en todos los órdenes. El virus, tal vez, está confirmando muchos aspectos indeseables de la vida moderna, o está contribuyendo a potenciarlos. Está destruyendo, con precisión inaudita, nuestras mejores cosas. Empiezo a creer que el coronavirus es un gran seguidor de Murphy.

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