Paso atrás en el baile
La aprobación de la Eutanasia es una reculada en el devenir de la vida social. La eutanasia induce al suicidio a población atribulada o malcontenta. No se obliga pero se facilita que lo haga el Estado: un aparato aprestado para acabar la vida de los dolientes hartos de vivir, en lugar de ayudarles a sobrellevar esa vida penosa. Un paso atrás en el baile de la vida.
La alternativa a la Eutanasia es la todavía emergente Medicina Paliativa: supresión del dolor físico, compañía, atención integral. La Paliativa es cara y es honorable: el chute eutanásico es más barato pero es envilecedor. Hablé con Aurora de su padre, enterrado hace tres semanas, después de tenerlo en su casa, del todo dependiente. Fatigada, lo llora ausente pero mantiene la alada conciencia de haber actuado rectamente en ese período. La ayudó la Atención Domiciliaria, que aliviaba las demandas del anciano.
La Paliativa mantiene una función esencial de médico y enfermeros: cuando no cura, alivia al paciente, nunca mata. La Eutanasia suscita vértigo en los ancianos: de los países eutanasistas aprendemos que esa legislación, restrictiva al comienzo, ensancha su aplicación a personas que ni la piden ni la apetecerían si se pudiera beneficiar de Paliativos. Estos son multidisciplinares y requieren, además de sanitarios, psicólogos, trabajadores sociales, fisioterapeutas, voluntarios, sacerdotes; el operativo es complejo aunque evita hospitalizaciones y ahorra costos por ese lado.
España se encuentra bien situada en Cuidados Paliativos, pero están mal distribuidos territorialmente. Hacen falta más unidades hasta que haya una para cada 80.000 habitantes.
Existe una Sociedad Española de Cuidados Paliativos. Una sociedad occidental en declive antepone bienestar material a la defensa de la vida natural de cuna a lecho de muerte. Por eso la cuestión que se debate es moral.