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Planeta 69

  • 19 oct 2020 / 00:00
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El evento literario por excelencia a nivel hispanohablante, el Premio Planeta, ha pasado este año 2020 por uno de sus momentos más difíciles. Porque las circunstancias lo han querido así. Una plaga distópica lo ha acorralado, ha intentado sentenciarlo, reducirlo a la mínima expresión. Una maniobra satánica que es indefinible en muchos idiomas, pero para la cual los franceses han tenido siempre un solo e increíble verbo: anéantir. Que es como decir anonadar, o aniquilar. Sería largo, o, tal vez, inútil, describir, en todos sus precisos detalles, cómo sus inventores, o gestores, han conseguido enfrentarse a la amenaza, convirtiéndose de paso, mediando una voluntad férrea y un gusto extraordinario, en unos héroes del tiempo presente. No había posibilidad alguna de volver a juntar a la corte maravillosa de autores que la casa matriz maneja con los periodistas de hoy y de siempre. Son tiempos de silencio y gestos escuetos. Prohibidos abrazos y besos. Prohibidas las efusiones, el acercamiento, el contacto. Es como si se hubiera trenzado una maldición entre los engranajes de la razón social. Un miedo atroz respira como un miasma entre las profundidades del sentimiento más universal y versátil. Una mezcla de amistad y amor con evidentes connotaciones apocalípticas. Una bomba nuclear cuya radiación y consecuencias son, todavía, imprevisibles...

EL PALACIO DE LOS SUEÑOS

José Crehueras, patriarca del imperio editorial, oficiaba de chamán el pasado día 15, en uno de los ámbitos más señoriales que uno conoce, el Palau de la Música de Barcelona. En el sitio exacto donde un día tocó Lazar Berman, y también Mstislav Rostropovich, y Marta Argerich, y dirigió Claudio Abbado a la Sinfónica de Londres, con su amada Viktoria Mullova al violín solista; ahí, en el centro del escenario presidido por la efigie de Richard Wagner, el prohombre constataba el esfuerzo titánico que se había hecho en la casa por la continuidad impertérrita de un evento destinado a la Gloria. Y felicitaba al imprescindible Sergio Vila-Sanjuán por su reciente Premio Nacional de Periodismo Cultural. Y aparecía Javier Cercas dando testimonio de la importancia del Planeta en la carrera de cualquier narrador de interés en esta patria de genios destinados a que la literatura haya conseguido de nuevo ser masiva, como ya lo era en tiempos de Cervantes y de su coetáneo William Shakespeare. Y se anunciaba que la nueva coronada era la vitoriana Eva García Sáenz de Urturi (Aquitania), secundada por la muy interesante y mediática Sandra Barneda (Un océano para llegar a ti). Y, de manera palpable, quedaba claro que Planeta es y ha sido desde el principio equivalente a familiar. Y a eterno...

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