Firmas

Que entre la publicidad

    • 08 oct 2020 / 00:00
    • Ver comentarios
    Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

    LA POLÍTICA sigue basando su mensaje en palabras rimbombantes, en la música previsible de los eslóganes, en las frasecillas de diseño, o en los tuits, a menudo poco imaginativos, pero casi siempre recalcitrantes. Nada nuevo, por supuesto, pues el lenguaje es herramienta muy principal para el convencimiento de la gente, pero hoy aparece amplificado mil veces por toda la movida tecnológica, el dulce deslizarse de las pantallas de colores, y el caudal desatado de las redes sociales, claro es, donde se pesca de todo.

    Cuesta trabajo creer que se nos considere así, a la audiencia, o, mayormente a los votantes. Las técnicas de la publicidad siguen funcionando, no hay diferencia ya entre vender un producto o una idea del mundo, porque los que producen los mensajes emplean exactamente las mismas estrategias, sin comprender que una filosofía viene de la reflexión y el pensamiento, no de engarzar frases pintureras, solemnes o pretendidamente épicas, la mayoría de consumo rápido.

    Vivimos en un momento de baja calidad lingüística, de eso no hay duda, pero tal vez sea un síntoma de la mala calidad que nos rodea, así, en general. Lo que suena a eslogan suena a eslogan, queridos, como el pan recalentado es pan recalentado, y como un tuit no es más que un tuit, aunque algunos pretendan sentar cátedra con ellos, e incluso gobernar. Cada vez tenemos más material de este tipo, alguien ha decidido que ese es el lenguaje que nos gusta, o el que entiende la peña, el de la simplificación y la obviedad. Por más que se escribe contra esta moda, por más que algunos claman contra esa desconsideración, se sigue vendiendo el producto, o quizás el envase. No hay tiempo para reflexiones, siempre tan peligrosas, sino para que entre la publicidad.

    Este es un mal generalizado, es ya una forma de funcionar casi globalizada, no sólo Trump, evidentemente. Golpearnos las neuronas con la palabra que te hace salivar, que diría Pavlov, mensajes emocionales a la manera de los libros de autoayuda: hay, de hecho, un vocabulario de moda, un lingo, un argot, una cosa, que se repite internacionalmente, como si todo vinera de manual. Antes, al menos, se trabajaban las escuelas de retórica, y Demóstenes se metía piedras en los carrillos. Hoy, los asesores y ‘spin doctors’ buscan, sobre todo, el ‘product placement’, en medio de la narrativa, el gran relato de laboratorio. De vez en cuando se cuela la palabra clave, que nos activa la neurona, que nos manda al supermercado de las ideas, que nos dice lo que hay que comprar, las verdades absolutas en las que debemos creer.

    Más allá de los caprichos de la realidad, los guiones de la política se escriben con pulcritud y esmero. Ahora las posibilidades de hacer triunfar una idea mediática o tuitera son mucho mayores, claro está, no es necesario componer odas ni cantar en poemas las grandezas. Los votantes son contemplados como audiencia, ya que estamos cuatro horas de media mirando las pantallas. Las palabras entran entonces como en una letanía, lo que implica redundancia, imaginería, apelación sentimental, rollo triunfal, y, a ser posible, éxtasis solemne y reparador. Podemos repetir de memoria todas esas palabras, como repetimos los eslóganes de los ‘spots’ comerciales.

    TEMAS
    Tema marcado como favorito
    Selecciona los que más te interesen y verás todas las noticias relacionadas con ellos en Mi Correo Gallego.