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Refundación

    • 11 feb 2021 / 01:00
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    YO creo que Pablo Casado sabe que sólo con declaraciones, por fuertes y desabridas que sean, no logrará arreglar la extremadamente grave situación que está padeciendo el Partido Popular. Y que siendo él quien es y viniendo de donde viene, tampoco es creíble que le resulte posible desembarazarse de su pasado.

    Así, por ejemplo, cuando pide que se le empiece a juzgar sólo desde cuando accedió a la presidencia del partido, no podrá ocultar que ganó las primarias orgánicas con el apoyo activo de buena parte de la gente de la que ya parece que ni siquiera quiere oír hablar.

    El pasado, el de Casado y el del PP, no se puede ocultar. Si no gusta, se reniega de él, con todas las consecuencias. No hay más remedio. Y tratándose del infortunio de un partido político, no hay más vía para eso que la refundación. Cerrar las sedes, sobre todo las pagadas con dinero sucio. Abandonar y hasta destruir los viejos carteles, incluso cuando, en el pasado, hayan sido victoriosos. Vamos, pasar la página. Entera. Hasta pidiendo perdón, de ser preciso. Y dedicar los esfuerzos a algo más productivo que disimular las indisimulables vergüenzas.

    Este Partido Popular ya no tiene remedio. Porque ha estado demasiado tiempo hundido en el fango. Como los coches oxidados. Si sus miembros quieren seguir en política –que no lo dudo– necesitan un nuevo partido. Otro. Que puede conservar el nombre, si quieren, pero ya poco más de lo que ha sido y hecho. Y eso se puede hacer convocando un congreso extraordinario, en el que se renueven las señas de identidad y las entidades de los que lo rijan. Una refundación.

    Si Pablo Casado tiene la voluntad regeneradora que dice profesar, que le haga frente a ese reto congresual con seriedad y valentía. Sin disimulos. Sin amparos vergonzantes. No tiene otra. Es la única manera de que se le pueda consentir que diga que el pasado del PP le es ajeno.

    Yo, sin embargo, no acabo de creer que Casado tenga el coraje que hay que tener para dar el paso de la refundación. Pero aunque no sea él el líder en que se pueda confiar para buscar una nueva vida para el PP, hay otros personajes en la nomina conservadora que quizá podrían ser capaces de hacerlo.

    Lo que en este caso tampoco sé es si querrían o se atreverían. Pero tanto Casado como ellos, incluido Feijóo, claro, no podrán dejar de entender que el Partido Popular así, enfangado, sin renovación radical de sus carnets, lo más probable en que sea una formación en proceso ininterrumpido de debilitamiento político y electoral. Sus adversarios siempre lo señalarán como un ente corrupto. Sin perdón.

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