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Rusia y China en América

    • 17 abr 2022 / 01:00
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    EL pasado lunes enviaba mi columna desde la isla caribeña La Española apelando a las necesidades de Haití y a las oportunidades que ofrecía la República Dominicana. Pues bien, mi periplo a este otro lado del Atlántico me ha permitido seguir comprobando estos días cómo no sólo en el Caribe, sino también a lo largo de toda Latinoamérica y a falta de otras iniciativas, Rusia y China se han ido imponiendo y desplazando en influencia e inversiones incluso a una UE cuyos vínculos con América han sufrido un claro deterioro con el paso de los años. Incluso EE.UU., como también anunciamos aquí hace dos semanas, diseña ya un proyecto de Ley para contrarrestar la cada vez más evidente presencia euroasiática en todo el área de América Latina y el Caribe (Biden, Rusia y China, ECG 03/04/2022).

    El apetito de China por el Continente americano es tan conocido como abrumador. Destaca su apoyo financiero a Ecuador, Venezuela, Argentina, y Brasil; su presencia en puertos marítimos de Bahamas, Cuba, Jamaica, Perú, Brasil, o Panamá; su aportación en renovables a países como México; sus convenios agrícolas y pesqueros con Chile y Brasil; sus proyectos petrolíferos en Colombia o Ecuador; y su dominio de empresas eléctricas en Perú o Brasil, y mineras en Argentina, Chile, Perú y Brasil.

    Pero no sólo China se hace fuerte en el Continente. También Rusia aumentó antes del inicio de su invasión de Ucrania los convenios y contratos con países como Nicaragua, Venezuela, Cuba y hasta Argentina; cuyo presidente, Alberto Fernández, que prometió reducir su dependencia de EE.UU., fue recibido a principios de febrero con todos los honores en el Kremlin.

    Incluso el brasileño Jair Bolsonaro cuenta desde su reciente visita a Moscú con el beneplácito comercial y logístico de un Putin que supo ayudar con sus vacunas frente a la covid-19 a estos y otros Estados como Bolivia o Paraguay.

    De hecho, después de las sanciones recibidas por Rusia tras su anexión de Crimea, Moscú aumentó sus importaciones de verduras, frutas y carnes desde Argentina, Brasil y Uruguay. Y sus exportaciones de trigo, fertilizantes, hierro o aluminio abarcan numerosas zonas estratégicas, al igual que sus ventas armamentísticas, que incluyen también a Perú, Colombia y México.

    Finalmente, varias de las compañías petroleras de supuesta titularidad venezolana, con las que Joe Biden parece estar dispuesto a negociar, están ahora en manos de Rusia. Si a esto le añadimos el auge del control ruso sobre países destacados de África (como Mozambique, República Centroafricana, o Malí y el resto de la región del Sahel), podemos concluir que Putin, cuando diseñó su “operación militar especial en Ucrania” ya se había preparado en el contexto internacional para contrarrestar unas sanciones económicas con las que, sin duda, contaba.

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