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Sobre la vacuna

    • 17 sep 2020 / 00:00
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    HAY una carrera seguramente comprensible por la vacuna del Covid: todos los días se pregunta por ella en las televisiones. “¿Para cuándo la vacuna?”, escucho en las tertulias y así. A veces se lo preguntan a especialistas, que hay más que nunca en la pantalla (y me alegro), pero en otras ocasiones son opiniones, deducciones y cosas, como las que podríamos hacer usted o yo. Frente a los anuncios de que la vacuna tal o la vacuna cual ya está probándose en seres humanos, o que ya se está fabricando a riesgo, como hemos aprendido a decir, surgen algunos que templan gaitas, ya sea desde el conocimiento o desde la suposición. “No será hasta diciembre”, dijo uno. “No lo veo yo tan claro de momento”, dijo otro. “Habrá que esperar, porque estas cosas, si se hacen bien, son lentas”, vino a decir un tercero.

    Hay una tensión informativa que es el reflejo de la tensión general. Se espera la vacuna como agua de mayo, aunque nadie quiere que sea en mayo, sino mucho antes. Puede que tengamos más recursos que nunca para acelerar estos procesos, que, en algunos casos, en el pasado, han durado mucho tiempo, y, a veces, ni siquiera han llegado a buen puerto. Si uno analiza las muchas noticias que cada día aparecen, lo cierto es que tendríamos que ser optimistas. Salvo ese problema que al parecer tuvo la de Oxford, y que a los pocos días quedó en segundo plano, cuando se escuchó: “seguimos adelante”. Estupendo, por supuesto. Pero uno no puede evitar la sensación de que existe una gran competición, tal vez porque hay varias vacunas en marcha y todas ellas comunican algo diferente cada día.

    “Mejor que haya competencia”, dicen otros. Así todo llegará antes. No estoy tan seguro. Finalmente, los procesos llevan su tiempo, pero la angustia mundial es tanta que es difícil sustraerse a la velocidad, y al deseo, supongo, de decir: “¡Eureka!, la tenemos”. La realidad no es nunca tan maniquea, aunque vivamos en un tiempo maniqueo, y mucho menos la realidad científica. Habrá varias vacunas, diferentes, con capacidades también diferentes, concebidas también de forma diferente.

    Ni siquiera puede entenderse como una competencia entre países, porque muchos de estos proyectos cuentan con una participación muy diversa, de diferentes orígenes y nacionalidades. Lo que no impide que, en política, se hable a veces de la vacuna como algo inminente. Porque el lenguaje político vive también de lo inmediato. El ciudadano siempre vive en el corto plazo. Trump lo hizo el otro día, en una entrevista con la Fox, ante el (esperable) escepticismo de muchos. ¿Una lucha electoral? Me imagino que todo es una lucha electoral en tiempo de elecciones. La tensión entre el lenguaje propagandístico y el conocimiento científico no es nueva.

    El deseo profundo de que la vacuna sea veloz es comprensible, sin duda. Y puede que sea comprensible que los políticos lo anuncien, después de todo. La saturación informativa y el ansia colectiva por obtener una solución (aunque ayer supimos que el porcentaje de escépticos es alto) nos mantiene en tensión absoluta. La pregunta se hace cada vez más insistente en todas las tertulias, en todas las entrevistas, como si no fuéramos capaces de asimilar muy bien que no todo es inmediato en este tiempo, como siempre creímos.

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