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El principio del fin

    • 01 jun 2020 / 21:07
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    EL fin justifica los medios o es la raíz de los males. Podría ser el título del pacto firmado por PSOE, Podemos y Bildu, a espaldas de ministros, patronal, sindicatos y hasta de la ejecutiva del PSOE, que traerá como consecuencia la derogación íntegra de la Reforma Laboral. Este movimiento político ha caído como una bomba de relojería entre los que hasta ahora apoyaban a Sánchez: PNV, ERC, Ciudadanos y hasta al “núcleo duro” del Gobierno. Además, Iglesias ha querido colgarse una medalla asegurando que ya estaba en el acuerdo de coalición con el PSOE, apoyando con declaraciones públicas el pacto y rechazando las matizaciones y aclaraciones del Gobierno.

    Esto pone de manifiesto que no es que haya dos gobiernos en uno con problemas de coordinación, sino que hay un partido dentro del Gobierno con agenda propia. Y confirma a su vez, que Sánchez es persona de poco fiar, y que no hay partido o grupo al que no haya traicionado al menos una vez en su corta carrera política. Lo suyo no es solo necesidad, parece más bien talento natural.

    Podría parecer que lo que busca el acuerdo es dar consistencia a los apoyos para seguir en La Moncloa. Pero lo que de verdad está en juego, poniendo la reforma laboral en el centro del debate, es una frivolidad muy cara e inexplicable, porque lo que toca ahora es tratar de salvar la insolvencia y quiebra de la economía, y con ella la de miles de empresas y millones de trabajadores que ven amenazado su porvenir.

    España tiene una deuda de 1,2 billones de euros, que este año aumentará considerablemente, y desde luego esta derogación íntegra daría a la UE una señal clara de que vamos en sentido contrario al de las reformas estructurales que esperan nuestros socios de Europa Central. Sin el respaldo del BCE y de la Comisión, no podríamos acceder a los mercados de deuda para refinanciar o colocar nueva, y llegado el caso de un rescate, que ciertamente se atisba en el horizonte, sería con condiciones y mucho más oneroso. Asimismo, se daña la credibilidad del Gobierno a nivel internacional, ya que el presidente había prometido a los inversores que no derogaría toda la reforma, sino sólo algunos aspectos, ya que funcionaba bien.

    El acuerdo adoptado en el congreso puede anticipar la ruptura del Gobierno. El todavía vicepresidente Iglesias parece querer dinamitar el Ejecutivo y dejar en la estacada a su socio Sánchez ante el terrible panorama que se avecina, valiéndose para ello de su testaferro Bildu y del señuelo de la reforma laboral. Él, que nació de los rescoldos del 15-M, tiene muy claro que cuando las colas del hambre ganen dimensión, debe regresar a su sitio y “liderar la calle”, en una misión histórica que es imposible afrontar desde el Gobierno, sobre todo cuando ya no haya nada que repartir salvo malas noticias.

    Sánchez, el hombre que patentó el “no es no”, se quedaría huérfano, armado sólo con los presupuestos de Montoro para afrontar la mayor crisis a la que nos enfrentamos desde la Guerra Civil. Y dado que parece una quimera pensar que los grandes partidos entiendan la importancia de alcanzar un gran pacto de Estado que saque a España de la crisis y, sobre todo, evite el enfrentamiento social que ya empieza a ser patente en la calle, la opción que quedaría sería nuevas elecciones. Lamentablemente, sea cual sea el resultado, el próximo Gobierno lo que sí sabe es que no le espera precisamente un camino de rosas.

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