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Todos estamos bien

    • 17 sep 2021 / 01:00
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    EL proceso de vacunación está llevando consigo no solamente la inmunización de la población sino otros efectos inesperados y beneficiosos. La campaña masiva por tramos de edad da lugar a una forma de relacionarse, pese al corto período de tiempo que dura el proceso. Como toda socialización, permite interaccionar con otros, aunque sea levemente y recibir y trasmitir percepciones.

    Cuando empezó entre los mayores de 80 años, los vacunados hablaban de su satisfacción, por ponerse a salvo en gran medida de la infección, y también expresaban que apenas habían tenido efectos secundarios. Además, al coincidir con personas de aproximadamente su misma edad en las colas de espera, se daban cuenta de que, a pesar de sus achaques y problemas de salud, estaban mejor que otros.

    Esa impresión es la que yo oí, no solo a la generación de los mayores de 80, sino también a las de entre 70 y 80, 60 y 70, y entre 50 y 60 años. No hay estadísticas para saber el porcentaje de personas que tuvieron esa impresión, pero es lo que percibí de muchos familiares, amigos y compañeros. Casi todos expresaban su optimismo sobre su salud y minimizaban los problemas propios, al contemplar los problemas de salud de sus compañeros generacionales.

    Cuando alguien tiene una baja autoestima, usualmente por ser muy perfeccionista y con alto nivel de crítica, para superarla y evitar los posibles sufrimientos que ello acarrea, se intenta argumentar con él que no se compare con nadie y aprecie sus cualidades y potencialidades. En cualquier cualidad personal, ya sea inteligencia o creatividad, tenacidad, simpatía, belleza... por muy alto nivel que se tenga de cualquiera de ellas, siempre encontraremos a quien las tenga en nivel superior.

    Cada uno de nosotros posee unas cualidades y formación, ni más ni menos, y con ellas debe afrontar la realidad de la vida, valorándolas en sí mismas, huyendo de comparaciones que hacen mucho daño, minorizando la autoestima y de la persona que no cae en la cuenta que es única e irrepetible. Las cualidades, valores y defectos de uno son únicos y no los tiene otro, y con ellos tiene que encajar en la vida.

    En el caso de las vacunaciones generacionales, las comparaciones en realidad no han existido, solo la percepción de los achaques ajenos porque previamente conocían los suyos. Se puede decir que se olvidaron de sus problemas, fijándose en la vulnerabilidad de los otros y no en la propia. De esta manera, todos se encontraban bien.

    En la medida que baja la edad de las generaciones esa impresión de estar mejor que los otros no se daba porque los jóvenes se sienten bien y no tienen necesidad de mirar a otros. Así, seamos jóvenes o mayores, la vacunación nos ha hecho ver y apreciar que estamos bien, poniendo optimismo a la vida.

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