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Tomar decisiones

    • 09 jul 2020 / 23:06
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    CUANDO se habla de tomar decisiones, se piensa rápidamente en las que toman políticos que están al frente de países o comunidades o de empresarios al frente de importantes corporaciones. Incluso cuando se piensa en las decisiones tomadas por cada uno, la atención se fija en las que de alguna manera determinan nuestra vida, como la elección de estudios o trabajo, la de pareja, la de ciudad o casa de residencia, sin embargo, pocos prestan atención a toda una serie de pequeñas decisiones, en detalles diarios en el curso normal de la vida y en los modestos acontecimientos que integran nuestra existencia.

    Las mínimas elecciones diarias son la malla del tejido sobre el cual se desarrolla nuestra vida, ellas definen paso a paso la actitud interna. El arte de escoger es el arte de vivir porque escogemos a todas las horas. Hacerlo de una manera rutinaria o con atención reflexiva depende de que se imponga una pesada monotonía o una alegría proveniente de la creatividad de cada instante de la vida. Las diversas elecciones van configurando nuestra personalidad porque constituyen nuestra vida, tanto las grandes encrucijadas como los pequeños pasos.

    Al tomar las decisiones, no siempre miramos hacia adentro para saber si hemos acertado o no en la elección. ¿Podemos saber, o al menos intuir o tener algún indicio o pista de que hemos acertado en la elección o por el contrario nos equivocamos? Esta reflexión posterior no es baladí, porque nos puede indicar que el método y la manera de abordar los problemas y las decisiones no es el correcto. En este caso, si estuviésemos equivocados, sin reflexionar al respecto, estaríamos abocados a equivocarnos continuamente.

    El saber escoger ha sido abordado por la psicología y también por la mayoría de las espiritualidades, en especial la hinduista y la cristiana. En todas ellas constituye un tema central. Todas ellas tienen en común que el proceso de la elección razonable se reduce a quitar obstáculos, ya sean condicionamientos, ya sean afecciones desordenadas o ligaduras, para restablecer el equilibrio, valorizar la conciencia, ver y escuchar lo que haya que ver y escuchar y elegir en libertad, con la libertad interior que reside en lo más profundo de nosotros.

    Es el proceso de adquirir primero la mayor libertad interior posible de todos los miedos, prejuicios y complejos y después de escuchar, fiarse de uno mismo como ser responsable. El psicólogo Karl Rogers nos dice: “La persona que adopta esta actitud va descubriendo la conducta más satisfactoria en cada situación concreta y en la medida que esa persona esté expuesta a la libertad interior, escogerá acertadamente”.

    Ignacio de Loyola, maestro del discernimiento, profundiza en el sentir y querer de la persona humana. Hoy en día el discernimiento sigue siendo seña de identidad de los jesuitas. En especial es significativo lo que indica para saber si se ha acertado en una elección crucial entre dos opciones en principio válidas. Ver el interior de cada uno y verificar si se siente en paz consigo mismo después de la elección.

    Decía San Ignacio, que si alguien pasa por malos momentos, donde nada se ve con claridad, no es conveniente hacer cambios. Si una persona se encuentra en un bosque, perdido, sin brújula, debe seguir en la misma dirección, no cambiar continuamente, para conseguir salir del bosque. “En tiempos de desolación no hacer mudanza”.

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