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Valor de lo oculto

    • 29 sep 2022 / 23:36
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    HOY como ayer, el que tu mano derecha no sepa lo que hace tu mano izquierda parece una labor imposible o una pretensión inútil.

    En la civilización que nos movemos la vida ha dejado de ser vivida para ser representada. Los actores representan en pantallas y escenarios los diversos papeles encomendados, las personas actuamos mostrándonos hacia fuera como si fuésemos actores del papel que nos asignan desde fuera siguiendo la tónica generalizada de hoy, volcada en la imagen. Es la cultura del espectáculo. Lo que no aparece, ya sea en la televisión, la radio o en una red social, o no existe o no vale nada.

    El espacio interior y la intimidad desaparecen. No importa el dolor de las personas aterrorizadas por una guerra o la ternura y emoción de encuentros entre seres queridos, que aparecen como objetos para ser observados y pasivamente oídos. El exhibicionismo informativo, acosa a la intimidad de las personas. El derecho a la información salta por encima de todo.

    La psicología nos hace ver incongruencias personales que bajo el pretexto de actuar en beneficio de los demás, lo hacemos con el objetivo de proyectar una buena imagen hacia el exterior. En todas las actividades constatamos la dificultad de conseguir superar estas incongruencias. El político tiene que esforzarse cada vez más en proyectar una buena imagen exterior y en aparentar que domina todos los temas, cosa que por otra parte es imposible.

    El científico se afana en que los demás piensen que es muy brillante para tener prestigio. Su afán prioritario no es adentrarse en lo que puede deducir del comportamiento de la naturaleza, sino que sus publicaciones sean muy citadas para adquirir notoriedad. Así podíamos continuar con otras profesiones.

    Tanto el político como el científico pueden dar argumentos en favor de sus actitudes diciendo que si mejoran su imagen y prestigio pueden influir más y ayudar más a mejorar el mundo, aunque en muchas ocasiones estas razones son solo un pretexto. En el fondo las personas queremos ser queridas por los demás y por eso a veces representamos lo que no somos.

    El valor de lo escondido no se cotiza en el mundo de hoy, como no lo hacia en el de ayer, aunque en el de hoy, dominado por la comunicación, se ven más nuestras incongruencias y ligaduras.

    La Psicología nos dice que las personas que son cada vez más tolerantes con esta disonancia interior resultan cada vez más incongruentes. Las pequeñas incongruencias se hacen más grandes y hacen a las personas esclavos de lo que dirán. Aumentan la distancia respecto a lo que realmente son. El valor de lo escondido es sinónimo de autenticidad y señal de la libertad de la persona. Ese es el verdadero valor de lo escondido. Hacernos más libres.

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