Firmas

Verdadera reivindicación de la mentira

  • 01 abr 2022 / 01:00
  • Ver comentarios
Noticia marcada para leer más tarde en Tu Correo Gallego

DE pequeños, sobre todo de pequeños, nos atormentaban las orejas con el “no mientas” o “no se miente” a modo de un decreto-ley de la moral cristiana. Con el tiempo la tormenta fue pasando, acaso por los pírricos resultados de la consigna en predicadores y predicados; acaso porque unos y otros estaban convencidos de que la mentira, activa o pasiva, por acción u omisión, proporciona rentables dividendos de todo tipo: nos saca de una situación embarazosa o nos facilita un próspero negocio, por poner un par de ejemplos.

Vivimos hoy en un período de auge, de imparable expansión de la mentira, circunstancia en la que influye –y de qué manera– su utilísima generalización en la política (sea esta alta, baja o mediopensionista) y la convicción de que mentir es señal de inteligencia. De esto último es asiduo representante nuestro señor presidente, a quien decir una verdad le debe ser tan difícil, tan raro como dice Cervantes que le era a don Quijote encontrar un oportuno refrán, empeño en el que –confesaba– “sudo como si cavase”, mientras al zote de Sancho le venían de balde y en tropel.

Pero el señor Sánchez, convencido de que su condición de suprema autoridad lo habilita para servirse de lo que a los demás nos está vedado, sigue en el “miento, luego existo”; conducta, desde luego, nada filosófica, pero de eficacia apuntalada por el “donde dije digo, digo Diego”que practica a diario.

La estrategia, ardid o artimaña se opone frontalmente al realismo (para nada mágico, sino positivo y urgente) del sabio y popular consejo “más vale un toma que dos te daré”, por lo cual, sobre todo cuando de pagar se trata, don Pedro proyecta todo hacia el futuro y así lo dispersa y enmascara; lo diluye en el tiempo, el espacio y su aparente buena voluntad que, generosamente, el incauto peticionario le supone, sea este canario, agricultor, autónomo, pensionista o camionero.

Haciendo un elemental símil diríamos que nuestro hábil y bien trajeado presidente usa la chequera de igual modo y con igual presteza que la subvención; es decir, raudo y ligero, cual don Santiago Carrillo desenfundaba el pitillo de la cajetilla. Dícese que ni fuego necesitaba, pues surgía de la velocidad del roce del papel en contacto con el tabaco. ¡Fumador empedernido que era! ¡Y lo que duró! Claro que llamándose Santiago y aunque no fuese gallego, alguna ventaja tendría... con nuestro antaño belicoso Apóstol como protector.

Pero el recurso del mentir, como humano, tiene sus problemas. El primero es que, aficionado al mismo y a sus éxitos, quien lo practica se confía y envanece y acaba cayendo como un pardillo, tal cual le sucedió a aquel individuo, el folletinista y “escriba boliviano” Pedro Camacho (de la novela de Vargas Llosa La tía Julia y el escribidor) que doblaba a numerosos personajes de culebrones.

Descuidado, el embrollo se le vino encima y acabó por mezclarlos y cambiarlos de una radionovela a otra, con la sorpresa primero y el cabreo después de las fogosas e innúmeras radioyentes, muchas de las cuales modificaban incluso su horario de comidas para no perder ripio de aquellas historias inundadas de lágrimas, amoríos y desventuras a raudales.

Y además, tanto va el cántaro a la fuente, que antes o después el truco va al garete y la falsa promesa ya no cuela. Llegado ese momento hay que consolarse: nada es eterno... pero al señor presidente la falacia todavía le funciona.

En fin, que no se fíe, porque antes se coge a un mentiroso que a un cojo, o eso dicen. A mí, en verdad las únicas mentiras que me interesan son las verdaderas; esto es, las que nos ofrece la literatura. Pero de esas ya he escrito incluso con exceso. Y son otra historia.

Tema marcado como favorito