Tristeza

Un periodista lucense, fino analista en El Progreso y que dirigió esta casa hace décadas, Juan María Gallego Tato, describió a las vacas como “el animal que tiene los ojos más tristes”. Visto el grupo de las palometas rojas puestas a la venta en un puesto de la compostelana Plaza de Abastos, casi hay que ponerlo en duda. Su aspecto es de un desconsuelo infinito, aunque, bien pensado, ¿qué se va a esperar de un animal muerto? También puede ocurrir que su mirada fija, profunda, lejana tenga que ver con el precio que el consumidor debe pagar por un kilo de tan estimado pez, 25 euros en tamaño pequeño, pero puede llegar a 50 si la pieza es grande. Es fácil llegar a la conclusión de que la cesta de la compra en nuestros días es como una guerra sin víctimas mortales, que estremece, preocupa y a la que no se le ve una solución cercana.