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‘Ángeles conductores’: decenas de voluntarios transportan a los refugiados desde la frontera

En solo 24 horas ya se duplica la cifra de desplazados, que llega a 368.000 // Filas de hasta 40 kilómetros con mujeres y niños

  • 28 feb 2022 / 01:00
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Decenas de conductores solidarios, muchos de los cuáles son inmigrantes, acuden diariamente a la frontera polaco-ucraniana para transportar a los miles de refugiados que llegan cada día y llevarlos dónde deseen. Llegan desde todos los rincones de Polonia y también desde otros países europeos, ofreciendo sus vehículos y, a veces, hasta sus hogares. Ya les apodan como los ‘ángeles conductores’.

Su labor es fundamental en un conflicto en el que las personas no dejan de padecer y, cada vez son más, las que no ven otra alternativa que no sea la huida de su país de origen, el que las vió nacer. Así, las cifras de refugiados no dejan de crecer.

Las autoridades ucranianas informaron este domingo a primera hora de la tarde de que ya eran 368.000 los desplazados como consecuencia de la invasión rusa (el doble que en las 24 horas previas). Son cifras aportadas por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los refugiados.

HISTORIAS DE UNA TRAGEDIA. Allí donde los ‘ángeles conductores’ desarrollan su voluntariado, en la frontera, un portavoz de ACNUR, Chris Meizer, explicó que hay cientos de vehículos esperando a cruzar hacia Polonia y una fila de hasta 40 kilómetros con “gente refugiada que busca seguridad en Polonia”, en su gran mayoría niños y mujeres. Pues cabe recordar que los hombres de 18 a 55 años ya han sido reclutados para formar parte del ejército y combatir en el conflicto, por lo que muchos acompañan a sus esposas e hijos hasta la frontera y se regresan.

Allí toman alguno de los vehículos disponibles, como el de Rafael, un berlinés de 32 años, que llegó este domingo con una amigo a la estación de tren polaca de Przemysl (sur), convertida en uno de los principales puntos de llegada para los refugiados.

Ellos y los demás conductores se alinean en el andén de la estación. Rafael sostiene un cartel con el nombre de su lugar de origen escrito en ucraniano, el número de plazas libres en su vehículo y, a veces, el ofrecimiento de un lugar para dormir. “Cuando nos enteramos de la situación supimor que iba a ser terrible, que las cosas se iban a desmoronar muy rápido y había que hacer algo urgentemente”.

Su reacción fue similar a la de los demás conductores llegados de Polonia, República Checa y Eslovaquia, repitiendo viajes varias veces. Es el caso de Jacek, un ucraniano que vive en Polonia desde hace años y que dice haber transportado ya a más de veinte personas en dos días.

“Les transporto hasta Bielso-Biala (sur), donde hay un albergue temporal para ellos con alojamiento y comida”, cuanta a Efe con una voz ronca por la noche en vela. Antes de estallar el conflicto, más de un millón de ucranianos como Jacek vivían en Polonia, y el Gobierno polaco anunció estar dispuesto a acoger y dar trabajo a un millón de personas más de ese país, con el que comparte una afinidad histórica y cultural. Pero las cifras esperadas son mucho mayores: de entre cuatro a cinco millones.

La protección temporal se podría activar por vez primera

Bruselas. La cifra de refugiados ucranianos en países de la Unión Europea no deja de incrementarse con el paso de las horas. Si en la mañana del domingo se hablaba de 200.000, por la tarde la cifra ya se había duplicado hasta los 400.000. Ante esta situación sin precedentes, desde Bruselas ya abogan por tomar medidas para acogerlos.

La comisaria de Interior, Ylva Johansson, apostó este domingo por activar la directiva de protección temporal para garantizar los mismos derechos a todos los desplazados ucranianos en el conjunto de los Veintisiete. Pero, aunque es quien tiene el poder de iniciativa para proponer la medida, necesitará el apoyo de una mayoría cualificada del Consejo para que salga adelante.

Países como Francia y Bélgica mostraron ya disposición a activarla de inmediato, mientras otros como Dinamarca o España son partidarios de analizar primero si sería este el instrumento más eficaz para esta crisis, dado que se trata de una directiva creada tras la guerra de los Balcanes, pero nunca utilizada, por lo que podría estar desfasada, en su opinión.

Johansson dijo que quiere “escuchar” cuáles son las sensibilidades de cada Gobierno, aunque “en mi opinión es el momento adecuado para usar” esta medida. E.p.

Una puerta abierta en Hungría, país que se las había cerrado a otros
Había rechazado a los sirios, pero para los ucranianos ya ofrece cobijo y alimentos

Hungría. Hungría es uno de los países vecinos de Ucrania que en los últimos días ha visto llegar a cientos de miles de personas huyendo de la guerra. Y, a diferencia de lo que hizo con los refugiados sirios durante la crisis de 2015 y 2016, a los que siempre mostró rechazo, el Gobierno ultranacionalista húngaro se vuelca esta vez en ayudar.

En el puesto fronterizo de Beregsurány continuaron llegando refugiados, en su mayoría mujeres, que dejaron atrás sus casas, coches y negocios. Y lo que el primer día era un puesto improvisado para ofrecer alimentos y bebida caliente en la frontera, ha comenzado a extenderse: este domingo aparecieron dos grandes tiendas de campaña con calefacción, un puesto de la Cruz Roja para ofrecer asistencia médica y numerosos baños químicos.

La angustia y la incertidumbre ante el futuro incierto es la sensación común entre los recién llegados, que todavía no pueden creerse que su país esté invadido y bombardeado por Rusia.

Évi, una mujer de 70 años, llegó a Beregovo, a apenas unos kilómetros de la frontera húngara, este domingo, admitiendo no entender lo que sucede en su país, pero con mucho miedo. “En Beregovo la gente tiene miedo, vemos en la televisión que hay guerra en el país y decidimos venir a Hungría”, relata. Su marido, aunque es demasiado mayor para combatir, se quedó en casa porque poseen vacas y caballos que no pueden quedar desatendidos.

Ludmila, una profesora de escuela de 32 años, cruzó la frontera con sus dos hijas de menos de diez años. Cuenta que procede de una ciudad del oeste, donde todavía no han llegado los combates y que no tiene miedo a los invasores, pero no quiere que sus hijas sufran por la situación. “No quiero que la guerra llegue a ellas, aunque es duro irse. Espero que esto pase pronto”, cuenta con resignación.

Y un voluntario en Beregsurány, que reparte alimentos, István, observó un cambio en las personas en estos días: si al principio llegaban personas con recurso que podían costearse un alojamiento y tenían contactos, ahora ya lo hacen sin nada.

CAMBIO DE TORNAS. Hungría, que durante años rechazó refugiados de las guerras de Siria, Irak y Afganistán, ha abierto esta vez puertas a los ucranianos y ha ofrecido asilo temporal a todos los que lleguen a su suelo. El primer ministro, Viktor Orbán, constryó una valla en el sur del país en 2015 para detener, precisamente, la llegada de refugiados, y calificó a los migrantes musulmanes como un “ejército invasor”, vinculándolos al terrorismo y a la delincuencia. Orbán, el jefe de Gobierno de la UE con mejor relación con el presidente Putin, está siendo muy criticado por la oposición. L.L /M.N.

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