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El emir y sus mujeres sabias

  • 14 sep 2021 / 01:00
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El 8 de septiembre de 2021 el emirato de Afganistán dio a conocer su nuevo gobierno, presidido por un “emir de todos los creyentes” y formado en exclusiva por clérigos o mulás. Para explicar a la opinión pública lo que esto significa exactamente tendríamos que imaginarnos a un grupo político europeo que reivindicase la unidad de Europa bajo un gobierno presidido por el Papa, como máxima autoridad ecuménica de una civilización que se definiese de modo exclusivo y excluyente como cristiana, y en el que todos los ministros debiesen ser cardenales u obispos. O en el caso de España, defender que el rey fuese sustituido por el cardenal primado, como máxima autoridad religiosa, y que sus ministros cumpliesen los mismos requisitos.

Nunca en la historia de Europa, desde el imperio Romano a la actualidad, se confundieron los poderes religioso y político, porque reyes y emperadores aceptaban la autoridad religiosa del papado, o de su iglesia nacional, y a su vez, el papado o las distintas iglesias reconocían la autoridad civil, desde las epístolas de San Pablo a la actualidad. Hay que añadir a ello que la tradición jurídica del derecho romano nunca dejó de estar presente de un modo u otro, y que cuando no lo estuvo regía la common law, la ley del pueblo y las personas, siempre diferente a la ley religiosa.

Los miembros del gobierno del nuevo emirato pertenecen casi en su totalidad a la etnia pastún, exactamente el 95%. Varios están acusados de terrorismo por la ONU, o están siendo buscados por la CIA y el FBI. No es extraño que con estas credenciales, desde el 15 de agosto las violaciones de los derechos humanos en el emirato hayan sido constantes. Se detiene puerta a puerta a disidentes, activistas, periodistas y ex miembros de la policía y las fuerzas de seguridad, sobre todo si son mujeres; se dispersan violentamente las pequeñas manifestaciones de grupos de mujeres, a las que no se les permite ejercer ninguna profesión asalariada. Y en el campo se cobra el diezmo, ushr sobre todo tipo de bienes en un país en el que el gobierno no es capaz de recaudar nada mediante los impuestos, al haber desmantelado la administración.

Afganistán es un estado sin ingresos públicos, porque el 75% del presupuesto provenía de la ayuda exterior, siendo esa una de las causas de la corrupción del reparto de un dinero regalado. Todos los fondos del país y la reserva de oro están bloqueados por bancos y organizaciones internacionales. La banca ha vuelto a abrir, pero escasean los afganis, la moneda nacional, los precios se han disparado por esa razón y a consecuencia de una horrible sequía.

Los funcionarios de toda clase llevan meses sin cobrar, los hospitales están a punto de colapsar por falta de todo tipo de suministros: “no tengo ni paracetamol”, declaraba el director de un hospital de Kabul. No existe el ejército ni la policía, sino solo bandas callejeras muy bien organizadas de los que se llaman a sí mismos soldados de Dios. Y por todo eso el emirato necesita dar una apariencia algo civilizada.

Para ello ha escogido lo que hiere más a la sensibilidad occidental: el maltrato a las mujeres y su discriminación, presentando un inviable plan de permanencia de las mujeres en las universidades, siempre cumpliendo la única ley, la ley de todas las leyes, la sharía, que por supuesto nunca reguló las universidades.

Las normas son las siguientes. Las niñas mayores de 14 años no podrán estudiar ni trabajar, tal y como está ya pasando en gran parte del emirato. Pero se pueden reabrir las universidades privadas, a las que podrán asistir las mujeres. Victoria Fontán, ex-vicepresidenta de la Universidad Norteamericana de Kabul ha declarado en France TV que esto no tiene ningún viso de credibilidad, porque no existe el talibán 2.0, sino el de siempre.

Las sibilinas condiciones del derecho sagrado hacen que en realidad esa vuelta a las aulas sea prácticamente imposible. Muchas mujeres suelen llevar el velo, o hijab. Aunque no era obligatorio legalmente, sin embargo las normas patriarcales del país hacían casi imposible a muchas mujeres poder prescindir de él. Pero los juristas del emirato han establecido que “todas las mujeres estudiantes, profesoras y personal de todo tipo deben llevar el hijab islámico de color negro”. Pero eso es lo de menos, porque “las universidades han de tener edificios diferentes para estudiantes varones y hembras”, o por lo menos establecer entradas e itinerarios segregados, si tienen que permanecer en el mismo edificio.

Si hubiese previamente aulas mixtas con menos de 15 mujeres, y si no fuese posible separar las clases, se deberán separar varones y mujeres con una cortina, “tal y como establece la sharía” para las mezquitas. Naturalmente todas las universidades deberán tener espacios para “la oración y salas separadas para hombres y mujeres”, que a su vez deberán llegar a la universidad en autobuses diferentes, que llevarán cortinas para separar al conductor de las alumnas.

Pero eso no es todo, porque “las universidades deberán tener profesoras para las alumnas” y, si no fuese posible, por lo menos “ profesores ancianos con buena reputación islámica”. Pero se da el caso de que muchos profesores se han ido del país, las universidades carecen de recursos, y ello, unido a la inseguridad, la pobreza creciente, el miedo, las amenazas de todo tipo y muchos otros factores, están disuadiendo a las alumnas de su vuelta a la universidad. Así se logra de hecho hacer lo que se pretendía, bajo la máscara de la tolerancia de esos talibanes nuevos y regenerados.

Según la ONU, si no se toman medidas el 97% de la población del emirato va a conocer la máxima pobreza por falta de todo tipo de medios. China ha enviado vacunas y cereales, pero ¿cómo se repartirán las ayudas? Por etnias, regiones, grupos familiares, o se distribuirán mediando la corrupción y el soborno en los que los talibanes también son expertos. ¿Cómo se distribuirían los fondos de FMI, o los depósitos bancarios cuando lleguen a manos de los talibanes y su director del Banco Central, que también es un clérigo?

¿Hasta cuando no se practicará la violencia contra las mujeres sin tapujos y a la luz del día? Y, sobre todo, ¿quién va a garantizar la seguridad del país? ¿Qué funcionarios, militares, policías o profesionales podrán integrarse en el emirato y su ley sagrada y creerse seguros de la violencia sagrada de quienes creen que sus odios, sus pasiones y sus caprichos son la más pura expresión de la voluntad de Alá?

Los EE.UU. han decidido que los talibanes 2.0 son, o bien solo un poco terroristas, o terroristas más manejables que ISIS-K o Al-Qaeda. Pero están equivocados, los tres grupos piensan lo mismo y actúan de la misma manera en Afganistán. Es cierto que a veces se han enfrentado, como lo han hecho muchas otras organizaciones terroristas, entre sus facciones y con sus disidentes. Pero el ISIS y algunas facciones talibanes mantienen estrechos contactos. Y Al-Qaeda ha saludado su triunfo como una gran derrota de los EE.UU. Cuatro miembros de la red Haqqani de Al-Qaeda, que a su vez son parientes, ocupan carteras ministeriales en el emirato.

Todos esos grupos gritan “hemos golpeado a América”. Los EE.UU. y la UE parecen querer decir que si los talibanes son buenos porteros de las puertas del infierno y consiguen que sus llamas no se extiendan por el mundo, con eso ya es suficiente. A cambio se les pueden dar ayudas, a la vez que se mira para otro lado y se va expandiendo poco a poco en los medios de comunicación la oscuridad en la que quedará envuelta la república afgana del silencio.

China, Pakistán y Rusia son de otra opinión. Creen que los talibanes van a poner orden en la casa y permitir la rentable explotación de los recursos del emirato. Pero, cuando se vea la importancia de esos recursos: litio, cobalto, uranio, hierro y muchísimos productos agrícolas y ganaderos, ¿que hará Occidente? ¿Acusarán a esos países de querer copar el sacrosanto libre mercado, cuyas leyes esas nuevas potencias ahora manejan como grandes maestros?¿O reconocerán el error de haber dejado caer en el abismo a casi 40 millones de personas?

Y, si así fuese, ¿cómo pretenderían solucionar esa derrota económica, secuela de la derrota militar? ¿Con vanos lamentos y lágrimas de cocodrilo, o con un conflicto para el que no están preparados y que nadie quiere?

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