Primer Plano
Marisol Pais. Esta celadora del CHUS pide conciencia, porque “la transmisión es más sencilla que nada” TEXTO Ángela Precedo

“Ves gente que un día está bien y al siguiente tiene que entrar en la uci”

  • 29 ene 2021 / 00:00
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“La gente no está concienciada para nada de lo que está sucediendo, y todo el mundo piensa que no le va a tocar a él, pero realmente nosotros aquí vemos lo que sucede, las consecuencias directas de todas las fiestas ilegales durante la Navidad y estamos pasándolo mal”, asegura Marisol Pais, una celadora del Hospital Clínico de Santiago (CHUS) que, con tan solo 56 años, ha contraído la enfermedad y lleva seis días en casa.

Aunque realizó trabajos en las plantas de COVID, ya hacía dos semanas que estaba trabajando en zona limpia cuando se contagió. “Las plantas COVID, logísticamente, en todas hacia el mismo lado, y las otras, las que están enfrente, se consideran zonas limpias, con pacientes que no padecen coronavirus”, explica Marisol. “Llevaba dos semanas en zona limpia, pero continuamente se cuelan casos”, asegura la sanitaria, porque es evidente que “un paciente puede ingresar aparentemente bien y después en planta empezar a desarrollar los síntomas, hacerle la prueba y que dé positivo”.

Un positivo en la zona libre de COVID es mucho más peligroso, ya que, tal y como explica Marisol, “ahí no estamos tan protegidos como en el otro lado, aunque tenemos doble mascarilla y guantes, carecemos de la pantalla”. Además, a su modo de ver, “el gran problema es que en esas plantas sí se permite acompañante, lo que conlleva que él pueda traer el coronavirus de la calle”.

En su caso, el cuadro clínico se desarrolló con síntomas: “Trabajé el viernes por la noche, empezó a dolerme la cabeza y les pedí a las enfermeras un paracetamol”. Sin embargo, “como me había mojado el jueves, pensé que sería el típico resfriado”, recuerda. La celadora pone de manifiesto algo que aún ahora pasa por la cabeza de muchos: “Como ya me libré en la primera y en la segunda ola... Te crees que no te va a pasar a ti, esa es la realidad”.

A la mañana siguiente se realizaba uno de los cribados de rutina que cada 10 o 15 días hacen en el hospital. “Seguía sin encontrarme bien, pero lo achaqué a la noche, que fue bastante ajetreada”, explica la sanitaria, que se tranquilizó algo cuando “la PCR dio negativo”. Con todo, a la mañana siguiente, tras dormir, “volví a levantarme mal, aunque no tenía fiebre, me dolía muchísimo la cabeza y tenía mucho cansancio, estaba mareada”. Durante esos días, hasta volver a realizar una prueba, “intenté apartarme todo lo que pude de mi marido y de mi hija”, hasta que, un día, al sentarse a la mesa para comer, “me desmayé, y llamaron al 061 para llevarme al hospital”.

A su llegada, y pese a ingresar con PCR negativa, “me llevaron a la zona COVID, porque tenía los síntomas”. “Allí me hicieron un test de antígenos que ya dio positivo”, detalla. Tras las correspondientes analíticas de pulmón pudo regresar a casa a pasar el confinamiento. Su marido y su hija aún están a la espera del resultado de la PCR, que le realizaron el martes, “bastante tarde teniendo en cuenta que a mí se me conoció positivo el domingo”. “La transmisión es más sencilla que nada, y mi marido tiene los síntomas”, dice.

Marisol se siente especialmente mal por su familia. “Incluso te sientes culpable”, confiesa. Sabe que no es su culpa, en el fondo, “pero por trabajar donde trabajas no dejas de sentirte mal”. Además, asegura tener “mucho miedo”, ya que por su experiencia, “ves gente que un día está bien y al otro se pone muy mal y se va para la uci”. Ahora, aislada en casa, sola aunque acompañada por sus familiares en otras estancias, hay días que le pesan. “Incluso he llorado”, por tener que decirle a su hijo que no volviese de Ourense.

“Tenemos familia y el miedo a contagiarles es enorme”
Una enfermera del Clínico alerta de ucis saturadas en las que hay pacientes que ya no bajan por “no ser aptos”

Santiago. Inés Míguez, una enfermera que observa a diario las consecuencias de la expansión de la pandemia en Galicia, cuenta que el personal sanitario está trabajando “con mucha tensión” y “es muy difícil ver la luz”. Además, como cualquier otro ciudadano, detalla, temen ser vectores de transmisión del virus, pues, como dice, “somos personas con familia y el miedo a contagiar es enorme”.

Ella, después de años “de trayectoria” por el área de Santiago, lleva un tiempo con plaza vacante en Neurología-Unidad de Ictus del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS). Allí, “por desgracia y dada la situación que estamos viviendo ahora, somos una planta más con enfermos de COVID”, relata.

“Nuestros pacientes de neuro –prosigue– están repartidos por el Clínico en plantas no COVID, como muchas plantas reconvertidas en las que los pacientes ocupan otras especialidades; con lo cuál, se están saturando todas”.

Siente Inés, y es algo común, “mucha angustia” al ver a los enfermos infectados por el SARS-CoV-2. “Sabéis que están solitos en la habitación, no pueden tener acompañante y muchos están graves, a un paso de la uci”, comenta.

Para ejemplificar sus jornadas, describe que “en cada turno alguno tiene que bajar, porque empeoran, y otros, por desgracia, ya no son candidatos”. Conclusión: “La uci también está a tope y saturada”. Todo ello se suma, añade Míguez, a trabajar con la incertidumbre de “qué pasará en el futuro”.

La radiografía a día de hoy muestra, según su testimonio, un personal en “mínimos”, algo que “se viene avisando desde hace tiempo”. La tranquilidad que Inés Míguez da a la población es que los que están en primera línea, como ella, desempeñan su tarea “con mucha fuerza, con mucho ánimo, porque nuestro amor por la profesión –palabra que escribe en mayúsculas– es muy, muy grande”.

Y se despide del siguiente modo: “Creo que a estas alturas tenemos todos mucha información y no tiene que venir un político a decirnos qué tenemos que hacer. Estamos en las manos de todos. De ti, de mí y, en general, de todos”. Efe

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